Si vives una vida sin Dios, estarás inconforme y vacío, es decir, en constante búsqueda de algo que pueda llenarte de manera plena, en su totalidad, y se empieza a experimentar y a frecuentar con cosas, lugares o “amigos” que no son los correctos. Pero cuando tenemos un encuentro cara a cara con Dios y entregamos nuestra vida a Él. La manifestación total de Dios llega a nuestras vidas a traer un arrepentimiento genuino, y una transformación verdadera. Jeremías 29:11 Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.
Dios tiene planes y propósitos para cada uno de los individuos de este mundo si le abrimos el corazón sincero y le damos lugar para que pueda entrar y morar dentro de cada uno de nosotros (Apocalipsis 3:20).
Si me rindo a Él y le entrego mi corazón, puedo tener encuentros personales con Jesucristo, el Hijo del Dios Vivo, quien es la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1:15).
El deseo de Dios desde el principio fue estar cerca de nosotros, habitar en medio de un pueblo y comunicarse con él y que lo conozcamos por quién verdaderamente es no por lo que oímos. Job 42:5 “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven”.
Transformación
En un encuentro con Dios, nuestra vida experimenta transformación. Los hombres y mujeres descritos en la Biblia, que tuvieron un encuentro con el Señor, vivieron un cambio personal y espiritual sin precedentes, y emprendieron el camino hacia nuevos niveles. Nuestro amado Padre Celestial trabaja pacientemente en cada área de nuestra existencia, si se lo permitimos.
“El hombre al ser creación de Dios tiene este sello de pertenencia de su Creador quien lo llama o atrae hacia Él como un imán al metal”.
Todos los días necesitamos un encuentro nuevo, fresco con Dios, todos los días hace cosas nuevas y sus misericordias son mayores cada mañana. Una vez que tenemos una constante intimidad con Dios, se desarrolla en nosotros algo llamado “Hambre por el Dios vivo” que quiere decir una insaciable búsqueda y pasión por su presencia y su palabra. Levítico 6: 12-13 “12 El fuego del altar se mantendrá encendido sobre el altar; no se apagará”…
Dios promete recompensar nuestra búsqueda de Él. Algunas veces seremos bendecidos con un mayor entendimiento espiritual, y otras con un gozo inexplicable. Pero lo mejor de todo es que buscar al Señor de corazón siempre nos permitirá encontrarlo (Jeremías 29.13).
Por Andreina Fersaca