Tu actitud te puede elevar a las alturas de Dios o separarte de sus bendiciones

Si una persona tiene la actitud correcta hacia Dios y hacia sus prójimos, la santidad se manifestará en todas las áreas de su vida. Las actitudes incorrectas son las primeras señales de una separación de Dios y son componentes inevitables de la hipocresía.

Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. 1 Corintios 11:1

El apóstol Pablo tenía cierta mentalidad que los cristianos harían bien en imitar. En su actitud había:

Humildad: El orgullo no puede ocultarse en el corazón de un creyente que entiende la misericordia divina. Pablo difundió el evangelio porque sabía que la Gracia que fue suficiente para salvar a un pecador como él, era suficiente para todos.

Sentido de gratitud: El apóstol nunca olvidó hasta dónde lo había llevado la Gracia de Dios. Recordaba a menudo a los creyentes el papel que había tenido en la persecución de la iglesia (1 Ti 1:13). La gratitud de Pablo por la salvación de su vida anterior nunca menguó. El libro de Hechos registra la ansiedad constante y el sufrimiento en sus viajes, pero seguía alabando al Señor por el privilegio de servirle.

Sentido de dependencia: Para referirse a la fuente de su fortaleza, Pablo utilizó estas palabras: “Por la Gracia de Dios soy lo que soy” (1 Co 15:10). Él sabía lo que era depender de la bondad propia humana, y esforzarse por ser buen religioso, y no quería saber nada de eso. Pablo deseaba más de Cristo, y nada de sí mismo (Fil 3:8).

Espíritu de absoluta confianza: Al final de su vida, Pablo estaba más seguro que nunca, de que Dios era real, que tenía el control, y de que era digno de toda honra, gloria y alabanza (2 Ti 4.6-8).

¿Ve estas actitudes en ti? Sigue el ejemplo del apóstol Pablo. Alaba al Señor por todo lo que ha hecho en tu vida y luego dedica tiempo a trabajar para su reino. No permitas que su Gracia se derrame en vano sobre tu vida. (1 Co 15:10).

Debemos examinar nuestros corazones para ver si existe allí el orgullo, las murmuraciones, la siembra de discordia, la amargura, la ira y otras actitudes perversas que destruirán nuestra santidad. Sería tan triste si un cristiano, y especialmente un ministro, quien ha nacido de nuevo y quien presenta un buen ejemplo externamente, perdiera su experiencia con Dios a causa de alguna actitud que él haya permitido entrar en su corazón.

Por Andreina Fersaca