Trabaja constantemente en tener una mente sana

La biblia dice que la mente es un campo de batalla, allí existe una guerra entre lo bueno y lo malo, está en usted si va a ganar o perder esa lucha. Y tal vez preguntará ¿Cómo es eso que es una batalla?, si, se trata de una guerra porque allí llegan los pensamientos negativos y positivos. Por ejemplo si estás enfermo, la mente se activará y llegarán dos mensajes: 1. Voy a morir 2. Dios me va a sanar. Entonces usted tiene la libertad de elegir cual mensaje quiere declararlo para su vida.

La conocida pastora y escritora Joyce Meyer, escribió un libro muy vendido llamado “El Campo de Batalla de la Mente” y dice en 2 Corintios 10:5: “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo».

Ella explica que cada uno de ellos debe activarse en defender la verdad de Dios, en no creer en las mentiras que llegan a nuestra mente que van en contra de la Palabra. Meyer dice en el texto: “Tenemos que disciplinarnos para pensar acerca de lo que estamos pensando. Esto requiere de ejercicio y práctica. El arma principal que usamos para la guerra es la Palabra de Dios aplicada en varias maneras: predicada, enseñada, cantada, confesada, meditada, escrita, y leída (Col. 3:16). La Palabra de Dios tiene un efecto purificador en nuestras mentes en todas las formas en que la usamos. Antes tenía una mente negativa, vagando y cuestionando. Ahora, después de muchos años de poner en práctica la Palabra, y con la ayuda del Espíritu Santo puedo decir con confianza: “Tengo la mente de Cristo» (1 Corintios 2:16).”

La verdadera riqueza está en la mente y debemos sentirnos libres. Cuando hablamos de la renovación de la mente quiere decir que también debemos limpiarla, una manera de hacer esto es perdonando. Muchas veces tenemos algo en contra de alguna persona y lo sentimos en nuestro corazón, pero también constantemente estamos pensando en eso que nos hirió. Es importante que perdonemos y nos liberemos de ese peso que sentimos.

Por Andreina Fersaca