En cualquier momento de nuestras vidas buscamos de algún familiar, amigo o médico un consejo importante para una situación específica, o, al contrario, hemos sido abordados para pedirnos alguna opinión respecto a algún caso.
Consejo pueden dar muchas personas, e incluso dicen que los mejores vienen de la boca de nuestros abuelos, padres o madres, ellos que han vivido más y tienen una experiencia grandiosa en distintas situaciones vividas, y esto es cierto, ellos podrían ser unos buenos consejeros, pero es importante que cada una de esas opiniones pasen por el filo de la Palabra de Dios.
Dice en Hebreos 4:12 “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y {es poderosa} para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón”.
En la Biblia hay respuestas para todos los problemas que podremos estar pasando, bien sea económicos, laborales, familiares, de salud, etc. No está mal escuchar los consejos de alguna persona, pero lo que sí está mal es que cumplamos paso a paso esa recomendación sin consultarle a Dios.
Tal vez lo que hemos escuchado es contrario a lo que Dios quiere que hagamos, por eso es importante que en oración pongamos nuestro caso en manos del Señor y él, quien es nuestro mayor consejero, nos guiará a una solución segura. Podemos escuchar a las personas que nos aman y nos quieren ayudar, pero cuidado con sus palabras, porque si las tomamos como una solución, estas deben estar dentro de la voluntad de Dios para nuestras vidas.
“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. Isaías 9:6
Por Andreina Fersaca