En programas de televisión cristianos, medios de comunicación, congregaciones, grupos de oración y en distintas plataformas públicas observamos que muchas personas dan testimonio de lo que Dios hizo en su vida en alguna área específica.
Cuando el Señor hace un milagro, algunas personas corren a testificar públicamente, sin embargo otros no dan a conocer las maravillas de Dios. Es importante que entendamos que como hijos de Dios debemos dar testimonio de lo que Él hace en nuestras vidas, por dos razones: Una de ellas es porque edifica al pueblo, es decir les invita a creer en el poder de nuestro Padre Celestial. “Si lo hizo en ti, también puede hacerlo en otros”. La otra razón es porque esto glorifica el nombre de Dios.
Cuando nosotros contamos lo que Dios hace en nuestras vidas estamos siendo promovimos a otro nivel. El Señor nos recompensa por nuestro agradecimiento y por haber inyectado fe a otros que necesitan un impulso para creer en que Él es capaz de hacer un milagro de sanación, financiero, familiar, laboral, de justicia y cualquier situación que necesitemos la intervención divina.
El milagro de sanación que Jesús hizo a los diez leprosos, escrito en Lucas 17:11-19, es una muestra de que Dios nos manda a dar testimonio. Él envió a estos hombres a presentarse donde el sacerdote, para que él y la ciudad vieran el poder de Dios. “Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados”.
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”. Hechos 1:8
Por Andreina Fersaca