Poniendo en orden tus prioridades

La vida transcurre de forma acelerada y a medida que van transcurriendo los minutos, horas, meses y años las responsabilidades van creciendo, los deberes aumentan y creemos que el día no nos alcanza para cumplir con todo lo que tenemos previsto, pero es importante que cada uno de nosotros establezcamos prioridades conforme sea la voluntad de Dios.

Nuestro Padre Celestial quiere que llevemos una vida de orden y que tengamos la capacidad de tomar las mejores decisiones en cuanto a prioridades en nuestro andar. Su propósito para nosotros que tengamos una completa dependencia de Él, porque todo aquel que decide enriquecer la parte espiritual, Dios lo bendecirá en gran manera.

“Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Mateo 6:33. En las Sagradas Escrituras podemos encontrar versículos que nos refieren la importancia de poner todo en manos de Dios, es decir cuando en oración clamamos a nuestro Padre Él nos da la respuesta necesaria para suplir lo material.

“Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis de beber, y no estéis preocupados. Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas. Mas buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas”. Lucas 12:29-31. Es normal que muchas personas se preocupen por las necesidades básicas alimenticias, calzado, vestido, educación y salud, pero las promesas de Dios son claras y es no dice que busquemos de Él y se encargará de darnos lo que nos hace falta.

“Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad”. Filipenses 4:6-8

Por Andreina Fersaca