Fue el pasado sábado 5 de octubre en las instalaciones de la Iglesia Bautista de Villa Pueyrredón. Participaron de la presentación algunos invitados que formaron parte de un libro que explora de manera científica la existencia de Dios.
La apacible tarde de octubre se prestaba para la salida, y muchos interesados en esta obra de Pablo Statzner hicieron planes para reunirse en la vistosa capilla que albergaría la presentación del libro «Las 7 Huellas de Dios». Desde su aparición en formato digital, su autor, Pablo Statzner, venía anunciando la fecha en la que se materializaría este libro que, tal como se venía promocionando, «es un libro que nos interpela sobre nuestra cercanía con Dios».
La jornada tuvo invitados especiales que fueron presentados por el mismo autor, y que fueron sumándose a la mesa para dar sus puntos de vista acerca de esta obra literaria que no tiene desperdicio. La psicóloga Ana Manoukian, el pastor José Colaccilli y el teólogo Raúl Ferrero fueron de la partida y acompañaron a Statzner en un emotivo momento en el que el autor se mostró visiblemente conmovido por la numerosa asistencia. También participaron en video el científico Daniel Beltrán y la teóloga Raquel Reguera, del ministerio Punto de Encuentro, quienes están muy emparentados con estos temas que relacionan la ciencia con la fe.
«Fue un proceso de más de dos años desde que empecé a plantearme la idea del libro. Ahí comenzó el desarrollo de la investigación, de reunir el material, de acercarme a autores que ya había leído o que comencé a leer para las ‘7 Huellas’, pero también a quién podía entrevistar. Le agradezco muchísimo a Dios porqué sentí que su Espíritu me fue guiando en todo lo que iba pensando y llevando a la práctica en todos estos años previos al lanzamiento», comentó el autor durante la ponencia.
La exposición dio lugar, también, para que los asistentes abordaran al autor y a sus invitados con preguntas, las cuales fueron gentilmente respondidas. Pasó el tiempo de la formalidad y la reunión se terminó diluyendo en firma de libros, fotos y un agradable momento de refrigerio, generando un cálido clima coincidente con la primaveral tarde en que «Las 7 Huellas de Dios» se hicieron más visibles que nunca.