Dios le habla a Abraham por cuarta vez y le dice: “No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande”, y Abraham le manifiesta su preocupación por no tener un hijo, en quien se cumpliera la promesa divina, pues una noche Dios lo lleva fuera de la tienda y le mostró las estrellas del cielo, afirmándole que su descendencia sería tan incontable como las estrellas. Abraham creyó en esta promesa y por su fe, Dios le consideró un hombre justo.
Abraham caminó en fe, apoyado en las promesas de Dios. Cuando Dios le dice: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré“, Abraham le creyó, y salió sin saber a dónde iba pero ésa fe le dio la victoria ante la prueba.
Abraham cortó de raíz su estilo de vida y obedeció a Dios. Así también nosotros que hemos sido llamados debemos cortar de raíz con nuestra antigua manera de vivir, y salir de en medio de la maldad en la que vivimos.
Ahora examinémonos, muchas veces nuestras emociones y nuestra lógica se oponen contra nuestra fe en Dios, y nuestra fe siempre será probada por las tribulaciones. Dios probó la fe de Abraham pidiéndole que sacrificara su hijo y como decía Pedro “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro”, así debe ser nuestra fe, pura y genuina.
La fe permite ver lo invisible, creer lo increíble y recibir lo imposible. Este es el tipo de fe que agrada a Dios. Dios quiere moverse a nuestro favor, aunque a veces no entendemos lo que sucede, Dios tiene el dominio, y de él viene la recompensa.
“Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”, Génesis 15:3-6
Por Andreina Fersaca