Los humildes y mansos experimentan felicidad

La humildad  y la mansedumbre son dos características hermosas que debemos tener los hijos de Dios. Podemos lograr vivir con un corazón humilde y manso siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que siendo el hijo del Dios todopoderoso, nació en un pesebre, estuvo en medio de necesitados, pobres y enfermos. Siendo Jesucristo el mesías, lavó los pies a sus apóstoles, y en su humildad, obedeció la voluntad de su padre, no mostró soberbia ante sus escarnecedores sino mansedumbre, antes, durante y después de su muerte en la cruz.

En varias citas biblícas el elemento común que distingue a la humildad es la «Sabiduría» de mostrar una actitud tierna, accesible y de simpleza ante nuestros semejantes, contrarrestando todo sentimiento de superioridad, prepotencia, presunción o arrogancia.

“Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16).

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismos…” (Filipenses 2:3).

Rasgos de una persona mansa: 

1. Espíritu manso.
2. Hay justicia, gozo y paz (Romanos 14:17).
3. No busca lo suyo (1 Corintios 13).
4. Sufre cuando el otro sufre.
5. Se adapta a las circunstancias.
6. Acepta los planes de Dios, sin cuestionarlos.
7. Es pronto para perdonar. Es afable y flexible.
8. Obedece la Palabra de Dios sin cuestionarla.
9. Es servicial y reconoce que puede estar equivocado.
10. Acepta la voluntad de Dios porque sabe que buena.

Mateo 5: 5: «¡Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra!».

La mansedumbre es la solución para terminar con la ira y el carácter explosivo.

Rasgos de una personas humilde: 

1. Piden ayuda, y no insisten en que todo se haga a su manera.
2. Rápidos para perdonar a los demás y difíciles de ofender.
3. Pacientes y no se sienten frustrados con las debilidades de los demás (Gálatas 6: 2).
4. Es un pacificador. Vive en armonía unos con otros.
5. Sabe cuándo callar.
6. Ve sus propias debilidades y puede admitirlas fácilmente.
7. Sirve a otras personas con gozo, y no lo hacen para ser vistos. Lo hacen para Dios, sabiendo que su recompensa vendrá de Dios.
8. Es una persona agradecida.
9. Tiene una conciencia sensible y es rápida para arrepentirse.
10. Trata a todos con respeto.

La humildad nos coloca en una posición de recibir la gracia de Dios y llegar a ser todo lo que Él nos llama que seamos.

Por: Andreina Fersaca