Los hijos de Dios actuamos de manera íntegra cumpliendo sus mandamientos

Frecuentemente en la vida ocurren situaciones que piden una decisión de nuestra parte, y siempre tenemos muchas opciones, pero solo una forma correcta de proceder delante de Dios. Si voy tarde al trabajo y mi jefe me pregunta porque llegué tarde la única forma correcta de proceder es decir la verdad: me levanté tarde, lo correcto sería levantarse temprano, pero la mentira siempre está delante de nosotros.

En nuestra vida cotidiana se dan todas estas situaciones en las que deberíamos honrar al Señor. Si se da cuenta en el ejemplo anterior, la mentira resultó de algo que sabiendo previamente que no debo hacer, aun así lo hice; el pecado siempre llama más pecado y Dios no se hace el ciego ante ellos como si lo hace el mundo. El Señor Jesús oró por nosotros que hemos creído en él, para que seamos guardados del mal.

Desde la próxima y cada decisión que tomemos sea grande o pequeña, hagamos exactamente lo que Dios dice, no lo veamos como nuestro Dios grande para unas, cosas pero el que no interviene en otras, esto claro, requiere tener a Dios como una prioridad real en nuestra vida. Finalmente si creemos que somos sus hijos, decidamos ya no vivir de cualquier manera sino a su manera. Santifiquémonos en su verdad; su palabra es verdad.

“Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17: 15-21

Por Andreina Fersaca