Cada uno de nosotros pasamos en nuestras vidas por éxitos y fracasos. Es normal que resbalemos, que en ocasiones algunos planes no tengan el final que esperábamos, pero Dios no tiene problemas con eso, Él utiliza lo bueno y lo malo para hacernos crecer y para conducirnos al camino que Él quiere que escojamos.
Dios tiene un destino planificado para cada uno de nosotros, y siembre va a trabajar en conducirnos hacia ese propósito. Cuando tenemos un fracaso, indiscutiblemente nos sentimos mal, perdemos esperanzas y en ocasiones sentimos que nuestro Padre Celestial no está allí con nosotros, pero todo lo contrario, justo en ese momento es cuando el Señor acciona para utilizar esa desilusión y hacernos crecer en fe.
Habrán momentos en nuestras vidas que seremos exitosos en muchas cosas, que escuchamos la voz de Dios tan clara que emprendemos a hacer lo que Él nos manda, y allí cuando viene la su gracia sobre nosotros y junto a ella las bendiciones tras el éxito obtenido. Trata de un indicativo de que vamos por buen camino, es decir el destino que el Eterno quiere para cada uno de sus hijos.
Así como unos alcanzan ese éxito, habrá otros que deben parar los planes y analizar por donde están caminando. Reconsiderar ese sueño, esa meta, no es tan malo, porque es importante estar seguro si es lo que Dios quiere para nuestras vidas.
Muchas veces no entendemos cuando ocurren los fracasos, el dolor no nos permite ver la luz al final del túnel, pero son momentos importantes que Dios utiliza para levantarnos y para conducirnos al camino correcto. Tomados de la mano podremos llegar a la meta y cumplir nuestros sueños que deben estar alineados a la voluntad de Dios.
Por Andreina Fersaca