“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos”, Salmo 19:7-9
Este salmo es un lindo poema sobre la Palabra de Dios. Todos los adjetivos describen que es perfecta, fiel, recta, pura y limpia. Todos los verbos dicen lo que hace en el ser humano: convierte su alma, lo hace sabio, alegra su corazón, alumbra sus ojos, permanece y no cambia dándole seguridad y trae justicia a su vida. Por eso es la Palabra Viva de Dios, inerrable e infalible, capaz de restaurar y de hacer volver al hombre pecador a Dios.
La Palabra da discernimiento espiritual para tomar decisiones sabias que traigan estabilidad a la vida. La expresión de sanidad interior “alegran el corazón” se evidencia en el cristiano cuando le permite al Espíritu Santo grabar en su alma la verdad de sus mandamientos. Al mirarnos en el espejo de su Palabra, podemos ver lo que Dios ve, a su mismo Hijo Jesucristo en nosotros y así amarnos y aceptarnos tal como Dios lo hace. Es a través de su Palabra que transforma todo nuestro ser.
La instrucción de Dios debe hacernos felices y producir gozo al caminar por el camino recto. La pureza y la transparencia son características de un corazón lleno de la verdad. El temor de Dios es el principio de la sabiduría y es la base para una relación personal con Dios, que da una nueva perspectiva de la vida para hacer su voluntad. Su Palabra es justa y nos da confianza en que Dios siempre hace lo bueno y lo correcto.
La manera como veamos la Palabra puede hacerla dulce o amarga para nosotros. El pecado, los prejuicios, las emociones, las preocupaciones, la crítica a la obra de Dios, los afanes pueden hacer que la Palabra de Dios no sea dulce ni deseable a nosotros. Si la vemos como algo seco y sin gusto debemos evaluar el por qué.
Puede ser deseable y dulce al experimentar el amor, la paz, el gozo, el consuelo que trae a nuestro corazón cuando somos perdonados y liberados por ella de la esclavitud del pecado. Es la guía confiable para nuestra fe.
Por Andreina Fersaca