“Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.
El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado”, Hechos 9:11-18
Nuestra oración puede obrar transformaciones poderosas en la vida de las personas que nos rodean. Puede ayudar a otros a salir de la oscuridad donde se encuentran y ver la luz de Cristo.
En este pasaje vemos a Ananías que recibe un mensaje del Señor para que fuera ayudar a Saulo. Y aunque el mensaje le pareció extraño se dispuso a obedecer. El Señor le pedía orar por el hombre que había perseguido enérgicamente a la iglesia del primer siglo y era natural que Ananías sintiera un poco de recelo y de temor, sin embargo se dirigió a Saulo de una manera muy fraternal, reconociéndolo como su hermano recién convertido que necesita sentir el amor cristiano, la aceptación y el perdón de otros.
Este es uno de los más sublimes ejemplos del amor cristiano que va más allá de los sentimientos y dudas que podamos tener sobre otros. Y es que no estamos llamados a juzgar, sino a ayudar a las personas que apenas empiezan su vida cristiana y que todavía son débiles en la fe, que necesitan nuestra oración y guía para caminar en el Espíritu, que necesitan abrir sus ojos a la verdad de la Palabra de Dios, que necesitan ser transformados en un nuevo ser por la gracia regeneradora de Cristo.
Pablo después del encuentro con Jesús en Damasco ya no respira amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, sino que se dispone a orar. Así, muchos de los nuevos creyentes oran para ser perdonados, restaurados y transformados. Por eso no debemos poner objeciones cuando se nos manda a hacer la voluntad de Dios. Independientemente de nosotros, Dios es soberano y hará su obra en quién Él quiera y como Él quiera. Porque él ve más allá de nuestros ojos humanos, ve a las personas totalmente cambiadas como instrumentos escogidos para la gloria y honra de su nombre.
Cuando nos disponemos a orar por otros la cura espiritual es sobrenatural, el Señor obrará milagros, señales y prodigios que ni nos imaginamos en las personas que ha escogido y miraremos cambios radicales como el de Saulo en Pablo.
Por Andreina Fersaca