Tal vez has escuchado la siguiente frase “no andes como el llanero solitario”, y es que precisamente es esto lo que debemos evitar los cristianos. Jesús lo dijo claramente al referir que todos somos hermanos, que somos una familia, por tal motivo debemos amarnos, cuidarnos y respaldarnos los unos a otros.
“Otra vez os digo, si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18: 19-20. Este pasaje nos muestra lo poderosa que es la oración cuando se hace en común acuerdo, tiene una fuerza inigualable cuando muchos oran por un mismo motivo.
Es importante que siempre tengamos un compañero, mentor, líder o un amigo cercano que tenga nuestra misma visión para que nos acompañe en oración ante cualquier situación que estemos pasando, bien sea una enfermedad, problema familiar, económico, espiritual, o por algún viaje, estudio o trabajo.
Se trata de cuidarnos las espaldas, de una intercesión especial los unos a los otros, así como ocurrió con Moisés, cuando se presentaba alguna batalla y él bajaba los brazos el pueblo decaía, pero cuando subía las subía, ellos tomaban fuerzas, sin embargo, Moisés se cansaba y en ese momento estaban dos compañeros que le levantaban las manos para fortalecerlo.
Muchas veces los problemas nos abruman y no tenemos fuerzas para orar y seguir luchando, es allí cuando la intervención de un amigo es primordial, es aquel que te levanta, te da fuerzas, ora por ti y te ayuda a que prevalezcas en oración. Ese amigo de oración debe estar cargado de fe, de conocimiento de la Palabra de Dios y ser un intercesor, que te amé y sienta por ti, así como tú por él. Si no tienes un compañero de oración búscalo y anímate a clamar ante el Padre como uno solo.
Por Andreina Fersaca