La corrección es un tema crucial en la vida cristiana, que aparece en varias ocasiones a lo largo de las Escrituras. Dios, en su amor y sabiduría, nos da principios para corregirnos los unos a los otros, siempre con el objetivo de restaurar, edificar y acercarnos más a Él. En este artículo, exploraremos el concepto de corrección desde una perspectiva bíblica, cómo debe llevarse a cabo y la importancia de esta práctica para el crecimiento espiritual.
1. La Corrección como un Acto de Amor
La corrección no debe entenderse como un acto de condena o rechazo, sino como un medio de restauración y reconciliación. En Proverbios 3:11-12, la Escritura dice:
«Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te disgustes por su reprensión; porque el Señor al que ama reprende, como un padre a su hijo amado.»
Este versículo muestra que la corrección de Dios es una manifestación de su amor. Así como un padre corrige a su hijo para su bien, Dios nos disciplina porque nos ama y desea lo mejor para nosotros. En la vida cristiana, la corrección mutua entre creyentes debe seguir el mismo principio: restaurar a la persona, no humillarla ni condenarla.
2. La Corrección con Humildad y Sabiduría
La corrección, cuando se hace entre los creyentes, debe estar impregnada de humildad y sabiduría. Jesús mismo nos enseñó cómo debemos actuar al corregir a nuestros hermanos. En Mateo 7:3-5, Él dice:
«¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, pero no te das cuenta de la viga que está en el tuyo? O ¿cómo dirás a tu hermano: ‘Deja que te saque la paja de tu ojo’, cuando tienes una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.»
Este pasaje nos llama a ser conscientes de nuestras propias fallas antes de corregir a otros. La corrección debe hacerse con una actitud de humildad, reconociendo nuestra propia necesidad de gracia y misericordia.
El apóstol Pablo también da instrucciones sobre cómo llevar a cabo la corrección en la comunidad cristiana. En Gálatas 6:1, escribió:
«Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales restauren a tal persona con espíritu de mansedumbre, mirando cada uno a sí mismo, no sea que también sea tentado.»
Aquí, Pablo destaca la importancia de hacerlo con un «espíritu de mansedumbre», evitando la arrogancia y el juicio. La corrección, entonces, debe realizarse con el deseo genuino de restaurar a la persona, no de hacerla sentir culpable o rechazada.
3. La Corrección como Medio de Crecimiento Espiritual
La corrección no es solo un acto de restauración, sino también una oportunidad para el crecimiento espiritual. En Hebreos 12:5-11, se nos recuerda que la disciplina y corrección de Dios nos ayudan a madurar en nuestra fe:
«Y habéis olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: ‘Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe como hijo’.
Dios, al corregirnos, nos está formando para ser más semejantes a Su Hijo, Jesucristo. Este proceso de corrección nos lleva a una mayor obediencia y dependencia de Él, lo que resulta en un crecimiento espiritual genuino.
De igual manera, en 2 Timoteo 3:16-17, Pablo afirma que las Escrituras son útiles para enseñar, redargüir, corregir y entrenar en justicia, con el fin de que «el hombre de Dios sea perfecto, preparado para toda buena obra». La corrección basada en la Palabra de Dios es una herramienta fundamental para nuestra formación espiritual. Nos confronta con la verdad, nos muestra áreas de nuestra vida que necesitan cambio y nos ayuda a alinearnos con la voluntad de Dios.
4. La Corrección con Gracia y Paciencia
La corrección cristiana no debe ser un acto precipitado ni severo, sino que debe estar impregnada de gracia y paciencia. En Efesios 4:2, Pablo nos instruye:
«Con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor.»
Este versículo resalta la importancia de corregir con un espíritu de paciencia y amor, permitiendo que la otra persona reciba la corrección sin sentirse atacada. Dios es paciente con nosotros, y nosotros debemos extender esa misma paciencia a los demás.
5. La Importancia de la Corrección en la Comunidad Cristiana
La corrección no es solo un acto individual, sino que tiene un papel vital en la comunidad cristiana. En Mateo 18:15-17, Jesús da instrucciones claras sobre cómo corregir a un hermano que ha pecado:
«Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, toma contigo a uno o dos, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos. Si no los escucha a ellos, díselo a la iglesia; y si no escucha a la iglesia, sea para ti como el gentiles y el publicano.»
Este proceso no solo busca restaurar al hermano que ha pecado, sino también proteger la unidad de la iglesia y mantener la pureza doctrinal. La corrección, cuando se realiza correctamente, ayuda a mantener la salud espiritual de la comunidad.
Conclusión
La corrección es una parte integral de la vida cristiana. Dios nos llama a corregirnos unos a otros con amor, humildad, sabiduría, y paciencia, siempre con el propósito de restaurar y edificar. La corrección basada en la Palabra de Dios no solo nos guía a vivir conforme a Su voluntad, sino que también nos ayuda a crecer espiritualmente y a ser más como Cristo. Al corregir, recordemos que lo hacemos no para herir, sino para sanar, no para rechazar, sino para restaurar. Que siempre busquemos ser canales de la gracia y el amor de Dios, al corregir a nuestros hermanos en Cristo.