Muchas personas han experimentado o están pasando por aflicciones de cualquier tipo, en ocasiones son tan fuertes por alguna situación que se está viviendo que llegan al corazón, y justo en ese lugar es donde se siembra una raíz de amargura, y es cuando nuestras reacciones y respuestas comienzan a ser contrarias a Dios.
Dice en Proverbios 17:22 que “el corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos”. Ese sentimiento de frustración y resentimiento que se va haciendo duradero y es contaminante. Muchas personas felices que tienen como compañía a una persona amargada terminan siendo tocados, ellas con sus palabras van sembrando esa semilla y en el momento de la prueba la reacción muestra lo que guarda lo más profundo del corazón. “Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”. Mateo 12:36
La Palabra de Dios nos indica que la aflicción tiene cura, es decir es cambiada por gozo y el Espíritu Santo consuela a aquellos que están adoloridos y que están inmersos en una profunda tristeza, pero es importante evitar que ese lamento toque el corazón y se contamine en resentimiento, odio y falta de perdón.
El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo, y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona en vez de cenizas, aceite de alegría en vez de luto, traje de fiesta en vez de espíritu de desaliento. Isaías 61: 1-3.
El amor de Dios es grande y en medio de las aflicciones que podamos estar viviendo por situaciones familiares, matrimoniales, económicas, laborales, con nuestros hijos, con la justicia, o alguna otra circunstancia, él está allí para levantar nuestra mano y para consolarnos. Nuestro paso es entregarnos a él y decirle “Abba Padre, te necesito ahora y no permitas que mi corazón se contamine con sentimientos que no vienen de ti”.
Por Andreina Fersaca