La reacción “natural” en contra de quien nos hace daño es rechazarlo, insultarlo, tratarlo con indiferencia, o hacerle lo mismo que nos hizo. En esta repetición de errores vive el mundo que no acepta los principios de Dios, pues su Palabra al contrario nos enseña a amar y a no devolver “a otro mal por mal, sino procurad siempre lo bueno los unos para con los otros, y para con todos” (1 Tesalonicenses 5:15).
Dios sabe que si actúas con venganza o anidas en tu corazón rencor hacia tu enemigo, esto tendrá consecuencia de enfermedad, dolor y hará que el problema crezca, incluso contamine a más personas. El virus más poderoso y que ha dejado más muertos en la historia, es el odio.
Dios quiere que oremos y hagamos bien a nuestro enemigo, porque esto genera paz y edificación. Si alguien te ofende la mejor forma de edificarlo es haciéndole ver su errores, perdonarlo y ofrecerle amor, para que tenga la oportunidad de cambiar y ver reflejado en nuestra vida el amor de Cristo.
Es un arma poderosa en contra de quien nos hace daño y nos ofende, que él espere odio y rechazo, pero en contravía, ofrezcamos oración, ayuda, edificación, amabilidad. La consecuencia directa de que actuamos así, es que somos pacificadores, rompemos la cadena de odio, y de seguro es la mejor forma de evangelizar (llevar las buenas nuevas de Jesús directo al corazón). La recompensa viene directa de Dios, al hacer uso del perdón, como Dios lo enseña, tomando como arma el amor hacia los enemigos.
Fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” Mateo 5:43-48
Por Andreina Fersaca