Horas con Dios, minutos con los hombres

Hoy en día muchas iglesias suministran métodos de cómo tener un crecimiento espiritual, cómo perdonar, amar, madurar, entre otros,  pero la Biblia es clara y allí está escrito todo lo que necesitamos saber para nuestra vida diaria. La esencia del cristianismo es conocer a Dios, se trata de tener una relación personal con Jesús y de allí parte todo lo demás.

Lo que nos lleva a tener una vida de oración es la comunión con Dios, esto nos dirige a no solo que nosotros conozcamos al Señor, sino a tener la inquietud de que otros puedan llegar a experimentar una intimidad con Él y es cuando sentimos la pasión de desarrollar la intercesión, que es un tipo de oración que el Señor va desarrollando en cada uno de sus hijos.

Cuando comenzamos a tener una vida de oración constante los propósitos, diseños y planes de Dios se manifiestan en nuestras vidas. Entendemos que las cosas no pasan por casualidad, sino que se trata de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Dios quiere siempre añadir cosas buenas y hermosas a nuestras vidas, pero sobre todo quiere llevarnos a otro nivel en la oración y la intercesión. En estos tiempos la iglesia de ha levantado y está experimentando un alto nivel de oración, intercesión, alabanza y ayuno, observamos congregaciones llenas del poder del Señor y es porque han sido obedientes a la voz del Padre y han creado un Ministerio de Intercesión capaz de prevalecer.

Jesús le hizo una pregunta muy importante a sus discípulos, reflejada en Mateo 16: 15 “Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?  Respondiendo Simón Pedro, dijo: —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Jesús lo hizo con el propósito de que entendiéramos lo imprescindible que es conocerle y vivir una vida de oración.

Por Andreina Fersaca