La principal reacción del ser humano cuando sabe que está cometiendo errores, que tiene un sentimiento de no querer hacer las cosas que está realizando porque no solo le hace daño a él, sino a su entorno, es arrepentirse de corazón y experimentar una nueva vida, es decir volver a empezar. La Biblia lo llama la necesidad de vivir un Nuevo Nacimiento en Cristo.
Esto quiere decir la experiencia de que las personas vivan aceptados por Dios, es justo cuando deciden que Jesús entre a su corazón como único y suficiente Salvador. Cuando esto ocurre la vida espiritual de todo ser humano comienza a activarse por medio de Jesús, así lo dijo en Juan 10:10. El nuevo nacimiento debe entender como una regeneración espiritual que le da a las personas esa garantía de ser admitido en el reino de Dios.
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Juan 3:3 Estas fueron las palabras que Jesús le dijo a Nicodemo, es decir él le enseña que cualquier persona sin importar su raza, su condición social o económica, tiene derecho a recibir a Jesús en su corazón y permitir que sólo él transforme su vida.
Para lograr una verdadera transformación en nosotros debe haber un arrepentimiento, es decir es una decisión que posteriormente llevara a acciones, se trata de un punto de partida para que Jesús comience a obrar en tu vida de manera poderosa, quitando todo aquello que no es agradable a él y dejando entrar todo lo que necesitas en tu vida.
El arrepentirse y querer avanzar hacia lo nuevo, lo bueno y aceptar la voluntad de Dios es una decisión firme que te lleva a no recaer en lo que se ha fallado. Se trata de una acción que nace de lo profundo del alma, es cuando el Espíritu Santo contrista tu vida y es una señal de que no está impulsado por tus emociones, sino que has determinado firmemente darle un verdadero sentido a tu vida.
El Espíritu Santo interviene en gran manera en la vida de quienes deciden nacer de nuevo, él se encarga de plantar en nosotros la vida de Cristo y se sellarla para que no sea revocada garantizándonos vida eterna. “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Juan 1:12-13
Por Andreina Fersaca