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¿Estás metido en la cueva?

Cuando estamos asustados, enfermos, con problemas económicos, familiares y demás situaciones lo primero que hacemos es meternos en una cueva. Allí creemos que estaremos a salvo y no queremos salir, algunos pasan días, meses, años y no ven solución a su problema.

En 1 Reyes 19: 3-18 vemos como Elías se encierra en una cueva por miedo y depresión. “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?  El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”.

Dios conoce nuestro corazón y se compadece de sus hijos, como lo dicen las Escrituras en el Salmo 103:13. Cuando vienen las pruebas a nuestra vida no significa que Dios no esté allí; el problema es que estamos tan enfrascados en lo que estamos viviendo que no nos detenemos en observar la manifestación y el poder de nuestro Padre.

El Señor se manifiesta a nuestras vidas justo en el momento cuando decidimos salir de la cueva, es decir cuando lo buscamos y nos rendimos ante su presencia, reconociendo  que sólo Él es el único que tiene la solución a nuestra situación.

La cueva de Adulam 

David estaba asustado, adolorido y deprimido, lo perseguían para matarlo, pero justo en ese lugar llegaron otros que estaban peor que él y que pretendían que David los ayudara y escuchara.  “Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres”. 1 Samuel 22:1-2  

En ocasiones Dios utiliza medidas que no nos imaginamos para mostrarnos su poder. Allí en esa cueva estaban los valientes de David. Salieron de ese lugar transformados, hechos unos guerreros y valientes.

Por Andreina Fersaca