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Escuchar la voz de Dios y obedecer a su palabra trae bendiciones a nuestras vidas

Cuando Dios pone un sentir en nuestro corazón al oír su Palabra debemos obedecer ya que cada vez que nos sumergimos en las cosas de Dios y que meditamos en sus mandatos, no deberíamos preguntar: ¿Por qué? Debemos hacer lo que nos pide aunque a veces sus instrucciones nos parecen ilógicas y totalmente contrarias a nuestra razón. Obedezcamos como Samuel, que no le importó de donde venía la voz, sólo quiso escuchar porque tenía una relación con Dios y se dispuso a obedecer: “Habla, porque tu siervo oye”. Si tenemos una relación personal con Dios debemos aprender a escucharlo, pidamos al Espíritu Santo que nos haga sensibles a su voz.

Cuando pasamos por momentos difíciles nos cuesta escuchar la voz de Dios y no obedecemos sus instrucciones. Dios se va a mover de manera sorprendente cuando no nos dejamos llevar por nuestra lógica sino que simplemente obedecemos.

Noé, escuchó la voz de Dios y construyó un arca en plena sequía, no estaba cayendo ni una gota de agua, sin embargo obedeció a Dios y fue bendecido. Moisés estaba siendo perseguido por los egipcios y se encontró de frente con el mar Rojo, no sabía qué hacer, hasta que escuchó la orden de Dios y alzó su vara, metió su pie en el agua y El Señor obró poderosamente abriendo camino en el mar para que su pueblo pasara. Josué vio los muros de Jericó impenetrables y cuando oyó la instrucción de Dios de marchar y gritar, las murallas se cayeron. Ninguno de ellos hizo preguntas, simplemente obedecieron.

Si tenemos una relación con Dios, debemos aprender a escuchar sus instrucciones y a obedecer. Jesús fue el mejor ejemplo de oír y obedecer. Todo lo que hizo y dijo fue siguiendo la voz del Padre. “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”. Juan 6:38. La meta de Jesús era obedecer al Padre. Deberíamos tener el mismo propósito.

«Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye». 1 Samuel 3:10

Por Andreina Fersaca