El milagro de la adopción es real, eficaz, y lo podemos observar a lo largo de nuestras vidas. Cuando escuchas que Dios es tu Padre, es porque realmente lo es, pero a muchas personas les cuesta creer que Él es capaz de estar allí en todo momento, aún en la aflicción y que además suple todas nuestras necesidades, La Palabra es clara cuando dice en 2 Corintios 6: 18 “Y seré para vosotros por Padre, os seré hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
En nuestra vida existen varias etapas que se basan en Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Es decir es un andar en Cristo, es un constante aprendizaje y en donde influyen los padres, quienes dejan la huella imborrable.
Verano: De 0 a 13 años de edad. Comienza la concepción, es decir empieza la vida y somos un vaso vacío. Los padres lo llenan con afecto, amor, perdón, humildad, respeto y otros valores. Es la etapa del nacimiento al mundo. Los primeros 7 años son los más importantes para el niño, porque es la marca del adulto. Allí aplicamos la Palabra de Mateo 19:14 “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”.
Primavera: De 14 a 25 años. Comienza a florecer la vida. A esa edad ya son adolescentes y jóvenes, pueden experimentar tentaciones y se sienten solos. La compañía de los padres es imprescindible, así como reafirmar en ellos la Palabra de Dios.
Otoño: De 26 a 55 años. A partir de los 30 años comienza la estabilidad. En esta etapa vienen decepciones, engaños y frustraciones. Juan 16:33 “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
Invierno: De 55 años en adelante. Ya viene el ocaso y se recoge lo que se sembró. Es la etapa de la cosecha como lo dice Isaías 55:12-13 “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída”.
Dios quiere sanarnos en todas las etapas de nuestras vidas y darnos amor y alegría. Cuando no tenemos paternidad terrenal es importante sanar, finalmente nuestro Padre Celestial estará allí, pero para poder entender que tenernos el derecho de llamarlo: “Papa”, tenemos que vencer el temor, recuperar la identidad y ser productivo en la Palabra.
Por Andreina Fersaca