La crianza de los hijos no es tarea fácil, no traen un manual, cada uno es diferente y es una labor que una vez que comienza, nunca termina.
Realmente es un reto; lo bueno es que cuando conocemos a Dios sabemos que no hay desafío que tengamos que enfrentar solos, Él siempre estará a nuestro lado. Existen tres etapas importantes para enseñar a nuestros hijos basados en la Palabra de Dios.
- Guarda en tu mente información positiva
Somos responsables de cómo usamos nuestro tiempo. Con la mente sucede igual que con el cuerpo, si le damos comida saludable, tendremos un cuerpo saludable; si alimentamos nuestra mente con cosas edificantes y agradables a Dios, será eso lo que obtendremos.
Debemos poner en práctica estas preguntas: ¿Será para mí bien?, ¿Traerá provecho, crecimiento?, ¿Honra a Dios lo que estoy viendo, leyendo o escuchando? No podemos olvidar que lo que llene nuestra mente, llenará nuestro corazón. Proverbios 4.23.
- Las verdaderas amistades tienen que amar a Dios
Una amiga, alguien a quien puedas contarle tus luchas, dudas, problemas, tiene que ser alguien que pueda darte un consejo de la Palabra, que ore contigo y por ti, que te anime cuando tu fe flaquee. A veces nos apresuramos al escoger las amistades, pero la verdadera amistad requiere tiempo porque con el tiempo se comparten las vivencias y crece la relación.
Por otro lado, debemos enseñarles a ser la clase de amiga que quisieran tener. A veces esperamos mucho de las personas sin detenernos a evaluar si esas características se muestran en nosotros. Proverbios 13.20.
- Ser diferente y no popular
La popularidad envuelve a nuestros hijos y pueden causar en algunas ocasiones daños. La Biblia nos habla de dos hombres, Josué y Caleb; valientes, pero nada populares. Ellos fueron junto con otros diez a explorar una tierra desconocida. El lugar era la estampa de la abundancia y la prosperidad, pero los habitantes de gran estatura y las ciudades fortificadas inspiraron temor a gran parte del grupo. No a Josué, ni a Caleb.
Ellos exhortaron al pueblo para que se lanzaran a la conquista. Dos contra diez. La minoría contra la mayoría. ¿El resultado? Casi los matan. Si ese día hubieran celebrado un concurso, el premio de ellos sería: «El menos popular».
Jesús y sus discípulos no hubieran caído en la categoría de popular según los estándares del siglo 21, pero sin dudas, fueron diferentes.
Por Andreina Fersaca