En la cotidianidad se nos hace muy difícil enfocarnos en lo que Dios quiere que hagamos o en lo que quiere que seamos. El día a día permite que en ocasiones perdamos el rumbo y que nuestra perspectiva se confunda a lo natural. Llegamos a ver lo bueno, como malo y lo malo como bueno.
La perspectiva es el punto de vista que pueda tener una persona sobre algo. Existe una historia real de dos hermanos se criaron con un papá alcohólico, a uno de ellos le preguntaron: ¿Por qué bebes de una manera tan exagerada?, y el respondió: “Porque vi a mi padre”, al otro hermano le preguntaron ¿Por qué tu no bebes?, y el respondió: “Porque vi a mi padre”. Ambos vieron lo mismo, pero tuvieron distintas perspectivas acerca de la situación.
Dios quiere que nosotros veamos las cosas como él las ve, que no perdamos el rumbo, es decir la vida va a depender de como yo la vea. Si no estamos enfocados en Dios vendrá alguna situación externa negativa y nos tocará el corazón, si lo permitimos caemos en el pecado, por tal razón es necesario mantenernos firmes.
Jesús dejó con nosotros al Espíritu Santo, Él habita dentro de cada uno de nosotros y es nuestro consolador y guía, es la voz que debemos escuchar en todo momento y Él nos dará el enfoque de las distintas situaciones que presenciemos. “El Señor estará con ustedes, siempre y cuando ustedes estén con él. Si lo buscan, él dejará que ustedes lo hallen; pero si lo abandonan, él los abandonará”. 2 Crónicas 15:2
Para mantener el enfoque en Dios podemos seguir 4 consejos:
- Oración
- Adoración
- Meditar en su Palabra
- Limpiar nuestro corazón
Por Andreina Fersaca