Parece que fue ayer cuando Elías Álvarez calzó su primer bajo y arremetió con aquellas primeras bandas que lo vieron nacer y crecer. La Visión y Puerto Seguro fueron, acaso, aquellos trampolines que hicieron de Elías, una reconocida figura en el ambiente artístico cristiano.
Tras su extensa recorrida con LBE, su propia banda, alcanzó una madurez tal que actualmente es consultado por innumerables grupos de Argentina y del resto de América Latina, para producirlos artísticamente.
En esta nota, Elías rememora su pasado, comparte su presente y avizorar un futuro prometedor en los Estados Unidos, la tierra que lo cobijó hace unos meses y en la que promete seguir dando batalla.
¿Qué recuerdas de aquellas primeras presentaciones con las bandas que integraste en los años 80 y 90, en la zona oeste de Buenos Aires?
Recuerdo los primero pasos como una escuela donde todo era nuevo y donde los recitales o conciertos eran una novedad. Recuerdo giras, canciones hechas en los viajes, gente recibiéndonos, recuerdo quedarnos en las rutas argentinas y de Sudamérica. Tantas cosas puedo contar que no me alcanzaría un libro.
¿Qué queda hoy de aquél Elías? ¿En qué evolucionó y cuáles son aquellas características que preferiste seguir conservando aun cuando tu profesionalismo pedía otra cosa?
No creo haber cambiado mucho; sí he aprendido en estos años de trayectoria. Pero si hay algo que me marcó en la vida como músico cristiano es el mantener los pies sobre la tierra, dejar algo donde vaya, vivir un día a la vez y lo más importante, amar a Dios con todas mis fuerzas.
Se podría decir que LBE fue un antes y un después en tu vida musical. Aunque muchos resistieron tu salida de Puerto Seguro, el tiempo te dio la razón.
¿Qué cosas resaltarías de aquella decisión tan trascendental, de apartarte de un grupo en pleno auge para comenzar tu proyecto personal?
Cuando Dios está en el asunto las decisiones que tomamos son más fáciles. En ese momento me sentí un Abraham; no sabía qué iba a hacer pero sabía que ese cambio era la voluntad de Dios.
El rol de tu esposa, Natalia, como manager, ¿Qué problemas resolvió para que pudieras desarrollar tu carrera artística?
Naty es mi complemento. No me imagino una vida, un ministerio, un disco o un concierto sin ella. Es la bendición de Dios para mí y ella me cuida y se preocupa porque todo salga bien. ¿Qué más puedo pedir?
De ser un músico que se desenvolvió siempre en escena, fuiste amalgamando esa tarea con la de productor, ya más en los entretelones de la canción. ¿En qué cambió tu mirada artística? ¿En qué aspectos ves que te hizo madurar?
La música siempre estuvo en mi vida y, en verdad, es algo natural para mí. Sí creo que la fui mirando de diferentes maneras. Cuando solo tocaba la veía como desde afuera, hoy la miro desde adentro, desde el primer acorde; es más, muy pocas veces puedo escuchar una canción sin decir o pensar algo de la producción. Ya es otra mirada la que tengo de la música.
En los últimos tiempos, antes de tu viaje a los Estados Unidos, se te vio en otra función que, para algunos, fue sorprendente: la de ministro de alabanza. ¿Siempre lo fuiste y era algo desconocido por quienes solo te veían haciendo rock o es algo a lo que empezaste a dedicarte en el último tiempo?
Siempre fui un adorador. Imagínate que antes de los conciertos nos poníamos a adorar a Dios en algún camerino o algún lugar que se improvisaba para que estemos. Creo que la adoración es, o tendría que ser, parte de nuestra vida. Mientras más le adoramos más recibimos de Él y va quedando menos de nosotros.
Se abrieron puertas en el país del norte y con ella, una importante expansión en tu trayectoria como productor. ¿En qué estás trabajando actualmente y qué futuro observas que se aproxima para tu vida, la de tu familia y la de tu carrera?
Estoy preparando mi primer disco de alabanza y adoración. Estamos trabajando en una iglesia en Sacramento, California, y seguimos visitando ciudades con este ministerio que Dios nos ha encomendado.
“Jamás olvidaré”, videoclip de su último corte de difusión.
Entrevista: Damián Sileo