Muchos son los encuentros que hemos tenido a lo largo de nuestra vida, siempre vamos a estar marcados por cada uno de ellos, porque determinan nuestro comportamiento, pensamientos, actitudes, influencias y dejan huellas que nos acompañan siempre, bien sea de buenos o malos momentos.
No todos los encuentros son gratos, existen muchos que dejan tristezas, rechazo, soledad, amargura, ira y reacciones negativas ante otros escenarios, pero lo negativo de todo esto es que creemos que todos estos sentimientos deben acompañarnos siempre, y afirmamos que las marcas que dejaron esas experiencias no se pueden borrar. Pero hay uno que es capaz de eliminar las huellas sin dejar rastro, y es Dios el único que puede sanar y permitirnos seguir.
El mejor y verdadero encuentro que debemos tener es con Jesús. En la Biblia observamos cómo les cambió la vida a miles de personas luego de haber tenido una experiencia cercana con el hijo de Dios. Una de ellas fue la mujer adúltera, quien se encontró con un Jesús perdonador y misericordioso. “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Juan 8:4-7
La mujer samaritana también tuvo un encuentro con Jesús, quien no la juzgo y la invitó a beber agua de vida. Ella entendió que era Jesús el único que podía aceptarla y amarla. Saulo de Tarso después de ser el perseguidor de los cristianos tuvo una experiencia con Jesús y su vida fue transformada diciendo: “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”.
Los encuentros que tenemos con algunas personas nos dejarán huellas positivas o negativas, muchos de nosotros no sabemos si nos fallarán y afectarán nuestra vida, pero con el único que tenemos garantía de que no nos va a fallar es con Jesús, cuando experimentamos su presencia y un cara a cara con él, jamás seremos los mismos.
Por Andreina Fersaca