El problema no es ser rico, sino la actitud del corazón

Las personas que ponen como prioridad en sus vidas la riqueza material, al final lo que consiguen es que estas se conviertan en su peor enemigo, y no consiguen llenar su corazón, como dice: “El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto” (Eclesiastés 5:10). Si las administramos con sabiduría, somos dadivosos y hacemos bien con ellas a las personas que están en necesidad, son un medio para ayudar a otros para que el amor de Dios se revele por medio de nuestra generosidad.

Businessman placing money into his pocket.

Algo que revela nuestra verdadera condición espiritual, no por si somos ricos o pobres, es el manejo que hacemos de las riquezas terrenales. Recordemos a la viuda pobre, que el Señor Jesús reconoce que a pesar de tener muy poco tuvo una actitud diferente para dar: “Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.” (Lucas 21:3-4:).

Aquellos que creen que las riquezas son un signo de la bendición de Dios promueven lo que comúnmente se conoce como el Evangelio de la prosperidad. Esto enseña que puedes ordenarle a Dios que te prospere financieramente, que cuando le des puedes esperar un aumento financiero más grande a cambio, y que tus gastos pueden ser extravagantes y despreocupados. Esta falsa teología está en contradicción con las muchas advertencias bíblicas contra la avaricia, el egoísmo, la codicia, la idolatría y el amor al dinero.

1 Timoteo 6:10: “Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores“.

Podemos saber que la presencia o ausencia de dinero no es la forma en que medimos la bendición de Dios. “Los ricos y los pobres tienen esto en común: el SEÑOR es el Hacedor de todos ellos”, señala Proverbios 22:2.

Debemos recordar que Dios da abundantemente y es el dueño de todo lo creado. Nosotros debemos, en agradecimiento, dar abundantemente a aquel que nos dio todo en la Cruz y también bendice cada día nuestras vidas, para que así también podamos cosechar con abundancia. No nos olvidemos que “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35b) y tengamos disposición de ayudar a todos, especialmente a los de la familia de la fe.

“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.”, 1 Timoteo 6:17-19

Por Andreina Fersaca

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