Cuando una persona está entusiasmada quiere decir que le apasiona algo o alguien, es un estado de ánimo que se manifiesta en todos los seres humanos y que es demostrada en la forma de hablar o actuar. Es justo esta actitud la que Dios quiere que tengamos todos los días por su Palabra, su amor, el servicio y el cumplimiento de sus mandamientos.
Cuando sentimos entusiasmo por algo que estamos esperando, bien sea un milagro financiero, de salud, laboral, o la solución de un problema familiar o por nuestros hijos, esto inmediatamente activa la fe, ese estado de ánimo nos hace creer en lo que no estamos viendo y sobre todo permite una anticipación de lo que estamos esperando.
En oportunidades nosotros mismos somos los obstáculos de lo que estamos esperando, porque la apatía es enemiga de la fe, por tal razón debe existir un incentivo y es la Palabra de Dios, cuando meditamos en ella el Espíritu Santo obrará en nosotros para que nos levantemos y empecemos a confiar.
En Números 13:33 vemos como el pueblo de Dios estaba totalmente apático ante lo que Dios les había prometido, los sacó de Egipto y les aseguró plantarlos en un lugar de bendición, sin embargo, ellos solo veían las dificultades y los obstáculos. “También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”. En muchas oportunidades lo que crees, no es lo que realmente es.
La fe es personal, es decir es responsabilidad de cada quien sentirla y apreciarla, cuando tu cambias la actitud, otros también lo harán, porque las excusas solo nos sirven a nosotros mismos y nadie puede dar el paso por ti, es importante avanzar y disfrutar de lo que el Señor tiene para nosotros.
Por Andreina Fersaca