El cambio de pensamiento trae un arrepentimiento genuino

Apartarse del pecado y acercarse a Dios debe ser un trabajo diario y una decisión de cada uno de los hijos del Señor. Tomar esta decisión es arrepentimiento, cuando lo hacemos de corazón estamos dejando que la voluntad de Dios se haga en nuestras vidas y nos hacemos responsables de nuestros actos sin importar la condición y sin que predominen las excusas.

La Palabra dice en 2 Corintios 7:10 “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”. La renuncia del pecado es una decisión y consecuencia de ser obedientes a nuestros Padre Celestial.

En la mayoría de los casos existe una confusión entre lo que es remordimiento y arrepentimiento. El primero tiene que ver con la culpa, pero es común que el pecado de vuelva repetitivo, sin embargo, el arrepentirse tiene que ver con una renovación de la mente. Los pensamientos llevan el control de nuestra vida y es necesario que tengamos el control, porque es allí donde está la batalla del enemigo.

El arrepentimiento es una elección individual, y una de las maneras para lograrlo es con la ayuda de Dios, es el único que puede llevarnos a la convicción de pecado. El que se ha arrepentido verdaderamente ve lo malo como aborrecible y cuando se presente nuevamente la oportunidad de caer bajo esa misma circunstancia, estará preparado para obedecer la voz de Dios.

“El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia.” (Proverbios 28:13)

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Romanos 3:23-26

Por Andreina Fersaca

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