En un mundo marcado por conflictos, divisiones y venganzas, el mensaje del amor a los enemigos resuena como una propuesta radical y profundamente transformadora. Esta enseñanza, presente en el corazón del cristianismo, desafía nuestras inclinaciones naturales y nos invita a vivir de manera contracultural, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Un Mandato Divino
La idea de amar a los enemigos no es un simple consejo moral ni una estrategia para evitar confrontaciones. Es un mandato directo de Jesús. En el Evangelio de Mateo leemos:
«Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mateo 5:44, RVR1960).
Este versículo forma parte del Sermón del Monte, donde Jesús redefine la justicia del Reino de Dios. Mientras que la ley antigua permitía cierta retribución («ojo por ojo»), Cristo eleva el estándar moral, llamando a sus seguidores a responder al mal con bien.
Reflejo del Carácter de Dios
Amar a los enemigos no es solo un acto de obediencia, sino también una forma de imitar a Dios. Jesús continúa diciendo:
«Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos» (Mateo 5:45, RVR1960).
Dios demuestra su amor de manera universal, sin distinción. Él no retiene su gracia, incluso hacia quienes lo rechazan. Imitar ese amor implica romper con el ciclo del odio y la venganza.
El Ejemplo de Jesús
Cristo no solo enseñó con palabras, sino también con su vida. En la cruz, en medio del dolor y la injusticia, pronunció una de las frases más poderosas de los Evangelios:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34, RVR1960).
Jesús intercedió por sus agresores, mostrando una misericordia que trasciende la lógica humana. Ese amor sacrificial es el modelo supremo que se ofrece a los creyentes.
Amar No Significa Aprobar
Es importante aclarar que amar a los enemigos no implica justificar sus acciones o permitir abusos. Amar, en el contexto bíblico, significa buscar el bien del otro, incluso cuando nos ha hecho daño. Significa negarse a devolver mal por mal, y optar por el perdón, la oración y el deseo sincero de redención para el prójimo.
El Poder Transformador del Amor
El apóstol Pablo también abordó este tema, exhortando a los cristianos en Roma:
«Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Romanos 12:20-21, RVR1960).
Este tipo de amor no solo cambia al que lo practica, sino que también tiene el potencial de transformar al enemigo, rompiendo las cadenas del odio y abriendo caminos de reconciliación.
Conclusión
Amar a los enemigos no es fácil, pero es posible con la gracia de Dios. Es una expresión de fe madura y de confianza en la justicia divina. Al hacerlo, nos convertimos en verdaderos hijos del Padre celestial, testigos vivos del Evangelio, y sembradores de paz en medio de un mundo que tanto la necesita.
Como dijo Jesús:
«Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mateo 5:48, RVR1960).
Este llamado a la perfección no es una exigencia de impecabilidad, sino una invitación a amar como Dios ama —sin límites, sin condiciones, incluso a quienes no lo merecen.