Nuestro Padre Celestial está lleno de amor y misericordia, Él derrama sobre nosotros compasión para que luego seamos instrumentos de su bondad hacia otros. Se trata de un sentimiento de dolor y tristeza que sentimos por alguna persona que está sufriendo y que necesita una mano amiga para seguir adelantes.
No es un secreto que a medida que van transcurriendo los años los actos de compasión se han ido perdiendo, vemos corazones endurecidos y frívolos. Dios nos manda a que tengamos amor por nuestros prójimos y compasión. Pero antes de mostrar este sentimiento hacia otras personas debemos pedirle a Dios que se revele a nuestras vidas y nos llene de compasión.
Un acto de amor y de piedad hacia un hombre, mujer, niño, adolescente o anciano, puede cambiar una vida. Cuando accionamos y nos atrevemos a mostrar compasión, allí estamos dejando que Dios actué a través de nosotros y es la gracia de Dios sobre aquellos sin esperanza y sin ganas de seguir.
Llevar una vida compasiva no es sencillo, muchas veces estamos cansados y agotados, otras veces esas personas a quienes estamos ayudando se aprovechan de nuestra bondad y nuestro buen corazón. Sin embargo es Dios quien se encarga de todo, el tiene el control y conoce que esa labor de compasión la estamos haciendo en amor y en su nombre, entonces Él acciona recompensándonos con nuevas fuerzas.
“Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto”. Colosenses 3:12-14
Por Andreina Fersaca