La inteligencia, el conocimiento y la sabiduría, son tres palabras que van de la mano una con otra pero que muchas personas solo poseen una, o dos, o tal vez ninguna. El propósito de Dios es conducirnos a la verdadera sabiduría y que esta sea aplicada para nuestras vidas.
Inteligencia: Es la capacidad que tenemos los seres humanos para resolver problemas y también nos permite entender y aprender muchas cosas en nuestras vida diaria.
Conocimiento: Trata del aprendizaje obtenido o experiencias vividas para comprender muchas cosas. El ser humano tiene la facultad para conocer muchos temas y aplicarlas diariamente.
Sabiduría: Tiene que ver con la forma correcta de aplicar el conocimiento. Es un pilar fundamental para el desarrollo espiritual del hombre.
La palabra de Dios dice en Colosenses 1: 9-10 “Por eso, desde el día en que lo supimos, no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios”.
Todos los hijos de Dios son líderes de Jesús y al cumplir la Gran Comisión deben proveerles a sus discípulos el conocimiento del Señor y enseñarles como aplicarlo en su vida diaria. Un buen consejo lleno de sabiduría es poder para muchos, porque el sabio oye y hace, además utiliza el conocimiento para mejor su vida.
Siempre es bueno buscar el “buey viejo”, así se llaman a las personas que Dios coloca como consejeros y sabios. ¿Por qué? Estos animales aprenden durante mucho tiempo la labor dura de la agricultura, y al pasar de los años los trabajadores del campo juntan a los bueyes viejos con los jóvenes para que aprendan de su conocimiento adquirido por años.
Los jóvenes deben juntarse con los viejos para que este le delegue la sabiduría implantada y revelada, el tiene experiencia en el Señor para dirigirlos por el camino de Cristo. “La juventud tiene las fuerzas, las ganas y a veces quiere salirse del amarre para correr hacia donde él quiere, pero el viejo lo hala duro, haciéndolo doblegar para que obedezca la voluntad de Jehová por la cual fue enviado. Al buey joven le meten las amarras y cuando quiere acelerar el paso, el buey viejo lo aguanta, por lo cual se hace daño, sangra por la boca y al caerse; el viejo le dice que todavía queda camino por recorrer, porque no ha terminado con él”.
Por Andreina Fersaca