Tal vez en ocasiones te ha sucedido que luego de cometer un error sientes no solamente con gran preocupación, sino también con una culpabilidad que te hace sentir que tienes el corazón pequeño, herido y buscas la manera de esconderte de Dios.
Aun conociendo la Palabra podemos cometer errores, porque no somos perfectos y es allí cuando comenzamos a creer que ya no merecemos acercarnos a Dios, o que él no nos va a recibir con el abrazo del Padre, pero esto es un engaño. Dios siempre estará dispuesto a perdonarnos, lo que debemos hacer es mostrar una rendición delante de su presencia y un genuino arrepentimiento.
“Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra”. 2 Crónicas 7:14 También dice la Palabra de Dios en Salmos 86:5 “Tú, Señor, eres bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan”.
Un fiel amor inagotable
Dios es un Padre amoroso, fiel y perdonador. Cuando lo conocemos a través de su Palabra y experimentamos su presencia a través de la adoración y la oración, podremos darnos cuenta que su amor es grande e inagotable. Él siempre estará dispuesto para manifestarnos su amor y misericordia a sus hijos.
Dios dice en su Palabra, en Isaías 54:7 que tiene profunda compasión por nosotros y nos ama eternamente. “Te abandoné por un instante, pero con profunda compasión volveré a unirme contigo. Por un momento, en un arrebato de enojo, escondí mi rostro de ti; pero con amor eterno te tendré compasión —dice el Señor, tu Redentor—. Para mí es como en los días de Noé, cuando juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra. Así he jurado no enojarme más contigo, ni volver a reprenderte. Aunque cambien de lugar las montañas y se tambaleen las colinas, no cambiará mi fiel amor por ti ni vacilará mi pacto de paz, —dice el Señor, que de ti se compadece—».
Las promesas de nuestro Padre están llenas de amor, perdón, compasión, misericordia y humildad. Tienen que ver con que los pecados son desechados y borrados, lo que quiere decir que puedes entrar confiadamente al trono de Dios y vivir en su presencia sin culpa y sin vergüenza.
Por Andreina Fersaca