Dios nos invita a tener una fe y un corazón como los niños

Personas sencillas, humildes, sin malicia y con un corazón perdonador, es en lo que Dios quiere que nos convirtamos, tal y como lo es un niño que está esperando un galardón de alguien que no miente, que es fiel y que nunca nos fallará.

El niño siempre confía en lo que le prometen, y espera ansioso el cumplimiento de la promesa. Se trata de una fe como la de Jesús, que confiaba completamente en su Padre, por eso le buscaba cada mañana, antes de comenzar cualquier actividad.

“y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Mateo 18:3

¿Qué podemos aprender de los niños?

  • Humildad

Todos debemos cultivar la humildad de los niños si queremos heredar el Reino de Dios. Entre los miembros de la hermandad cristiana no hay lugar para el orgullo ni para el espíritu competitivo que promueve contiendas (Gálatas 5:26).

Los cristianos verdaderos tratan de servir, no de ejercer poder. La verdadera humildad nos mueve a servir a los demás, por desagradable que sea la tarea o insignificante la persona. El servicio que se presta con humildad tiene muchas recompensas. Obtendremos, además, la felicidad que viene de dar (Hechos 20:35). Y sentiremos la satisfacción de contribuir a la paz y unidad que caracteriza al pueblo de Dios (Efesios 4:1-3).

  • Enseñables

Además de humildes, los niños son educables. “Son como esponjas, absorben todo lo que se les dice”.

Al igual que una criatura recién nacida, tenemos que desarrollar el anhelo por aprender la palabra de Dios, para que mediante ella crezcamos a la salvación (1 Pedro 2:2). ¿Y si alguna enseñanza bíblica parece difícil de entender? Seamos como niños que no dejan de preguntar hasta encontrar una respuesta satisfactoria. Sigamos estudiando. Hablemos con cristianos experimentados. Pidamos a Jehová que nos dé sabiduría (Santiago 1:5). No hay duda de que, con el tiempo, nuestra persistencia y nuestras oraciones serán recompensadas (Mateo 7:7-11).

  • Confianza

El cultivar confianza en Dios como si fuéramos niños también nos hace sentir tranquilos. La confianza absoluta en Dios nos ayuda a evitar actitudes y acciones que pudieran poner en peligro nuestra espiritualidad. Tenemos la plena confianza de que, como dijo Jesús, nuestro Padre celestial conoce nuestras obras y cuidará de nosotros, siempre y cuando busquemos primero el Reino y la justicia divina. Tener esto presente nos ayudará a resistir la tentación de descuidar las responsabilidades espirituales y centrarnos en las cosas materiales (Mateo 6:19-34).

  • Pureza y Perdón

Los niñitos, aunque imperfectos de nacimiento, son puros de mente y corazón. De ahí que la Biblia exhorte a los cristianos: “Sean pequeñuelos en cuanto a la maldad” (1 Corintios 14:20).

“Para los niños pequeños no hay colores. Para ellos no hay razas, ellos no tienen prejuicios”. ¡De qué manera tan bonita reflejan los niños el criterio de nuestro Dios, que es imparcial y ama a personas de todas las naciones! (Hechos 10:34, 35). También poseen una extraordinaria capacidad de perdonar.

Finalmente, los niños pequeños reconocen enseguida la existencia de Dios (Hebreos 11:6). Su franqueza suele impulsarlos a dar testimonio sin titubear (2 Reyes 5:2, 3). Sus oraciones sencillas y sinceras pueden conmover hasta a los más duros de corazón, y ante las tentaciones, son capaces de demostrar una impresionante fuerza moral.

Por Andreina Fersaca