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Dios nos fortalece cuando oramos en medio de las dificultades

Después del milagro hecho por Pedro y Juan al sanar a un cojo, viene una gran controversia para los apóstoles, se les prohíbe predicar en el nombre de Jesús. En esta situación difícil convocaron a toda la iglesia a orar, para fortalecer su fe y para no desanimarse por la oposición al evangelio. La respuesta a esta oración no se hizo esperar por parte del Señor, los ungió con el poder del Espíritu Santo para que siguieran testificando de su Palabra, con más denuedo, fuerza y valentía. Hechos 4:24-31

A partir de ese momento se manifestó con más contundencia el poder de Dios en medio de su iglesia naciente. Fueron llenos del Espíritu Santo y experimentaron su plenitud, se volvieron más intrépidos para proclamar la Palabra de Dios, fortalecieron su unidad, se dice que eran “de un solo corazón y un alma”, hubo una sumisión sobrenatural al Señor, se volvieron más productivos ya que obtuvieron más frutos en la obra de Dios, fueron más generosos para entregar sus vidas, su tiempo y sus recursos en favor del evangelio.

¿Cuándo nos hallamos ante pruebas que debilitan nuestra fe, qué actitud tomamos? Podemos estar temerosos e inseguros y vacilar en nuestra fe, o por el contrario, buscamos con más ahínco el rostro del Señor para que nos revista de su Espíritu y poder para enfrentar cualquier situación. Sólo la oración puede darnos la victoria sobre cualquier problema.

Hay muchas cosas que se oponen a nuestra fe: el mundo y sus deseos, nuestra débil carne y el enemigo que siempre pondrá personas y situaciones difíciles, para hacernos caer en desánimo, es aquí donde debe surgir la necesidad de obedecer primero a Dios antes que a los hombres, nuestras convicciones deben prevalecer frente a todo lo que se levante en contra de Dios y en contra de nosotros.

La manera como oremos nos garantiza la victoria. No es pedir a Dios que nos quite el problema, sino alabarlo en medio de el, presentar específicamente nuestra necesidad y pedir ayuda, como lo hicieron los creyentes del primer siglo.

Hoy más que nunca debemos orar con otros por todas las necesidades personales y por la obra del Señor. Pidamos sabiduría y fortaleza para llevar su mensaje a nuestras familias y conocidos, y valor para enfrentar nuestros temores frente a las dificultades.

Por Andreina Fersaca