Dios nos enseña a través de la palabra la importancia de proteger a nuestros hijos del bombardeo comunicacional

Como padres cristianos, tratamos de criar a nuestros hijos enseñándoles los principios bíblicos y el inmenso amor de Dios.  Una forma en que nos esforzamos por nutrirlos y guiarlos es monitoreando su consumo de medios, protegiéndolos del lenguaje inapropiado, la desnudez y otros elementos innecesarios que se ven hoy en el entretenimiento.

A veces, esto puede parecer una batalla perdida, ya que los medios negativos parecen estar en todas partes. Se estima que para cuando el niño promedio tenga dieciocho años, habrá sido testigo de 200,000 actos de violencia y 16,000 asesinatos, todo a través de películas, televisión y videojuegos.

Lo que ven nuestros hijos afecta sus pensamientos, emociones y comportamiento, y es por eso que la Biblia insta a los creyentes a no poner “nada malo” ante nuestros ojos. No pondré delante de mis ojos cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían; ninguno de ellos se acercará a mí (Salmo 101:3).

En Gálatas, el apóstol Pablo advierte contra los actos de la carne, como la inmoralidad sexual, la ambición egoísta y la embriaguez, todos comportamientos comúnmente vistos y aplaudidos en las películas y la televisión de hoy. En cambio, les dice a los creyentes que vivan por los frutos del espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, gentileza y dominio de sí mismos.

Como cristianos, no podemos permitirnos ignorar la influencia de los medios en nuestros corazones y mentes, y debemos evaluar cuidadosamente lo que nuestros hijos consumen a través de la televisión, las películas y otras formas de entretenimiento.

Cuando tomamos el tiempo de mirar a nuestro alrededor, es decir, nos mantenemos informados de lo que sucede a diario, no es difícil llegar a la conclusión que lo que este mundo más necesita es un despertar a la verdad de Dios. En otras palabras, el mundo desesperadamente necesita que un avivamiento de la Palabra de Dios se derrame sobre todos, y que la humanidad reconozca y se vuelva a Su creador.

Por Andreina Fersaca

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