Dios es digno de suprema alabanza por ser el Padre de nuestro Señor Jesucristo y hacer su obra en favor de la humanidad a través de su Hijo. Merece nuestra alabanza por “bendecirnos con toda bendición espiritual”, es decir nos ha regalado todos los beneficios por haber conocido a su Hijo Amado y tener una relación de amor e intimidad con Él.
Sus bendiciones son celestiales porque son eternas y no pasajeras, además es el gestor de las bendiciones espirituales, Cristo es el mediador y nosotros los favorecidos.
“Nos escogió en Él”, implica que fue su elección, por eso la salvación es gratuita, porque no depende de nosotros sino de la decisión de Dios dentro de su plan de redención. Todo lo hizo por su infinito amor, todo estuvo en su mente desde antes de la fundación del mundo. Todo un Dios Omnipotente nos aceptó para hacernos salvos, santos y justos delante de sus ojos.
Fuimos “predestinados”, significa que nos dio un destino eterno de antemano, nos dio una familia y nos hizo suyos por medio del sacrificio de Cristo, que quitó todas las barreras que nos separaban de Él. Nos adoptó como sus hijos, teniendo los mismos privilegios y derechos que nuestro Hermano Mayor, Jesucristo. Esto debe darnos gozo para alabar a Dios porque cada día nos muestra que nuestra relación con Él es sólida y eterna, nadie absolutamente nadie, nos puede arrebatar de su mano.
“Nos hizo aceptos en el Amado”, nos acepta tal como somos por pura gracia, nos ve escondidos en Cristo y cuando nos mira, nos ve santos, amados y sentados en los lugares celestiales. Ese estado espiritual fue ganado por Cristo para nosotros por medio de la cruz.
Cuántos privilegios tenemos y a veces los olvidamos y decaemos espiritualmente. Ser escogidos, adoptados, perdonados y coherederos con Cristo, debería de ser suficiente para ser agradecidos con Dios y mostrarle nuestro amor y entrega. Estar dentro de su plan y sus propósitos divinos al haber sido redimidos, nos garantiza la eternidad.
No deberíamos ser mezquinos en nuestra vida espiritual, cuando hemos sido separados del pecado, apartados para Dios y santificados por el Espíritu Santo, como resultado de haber recibido a Cristo en nuestros corazones, sino enriquecidos en todo para vivir para la gloria y honra del Señor.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”, Efesios 1:3-6
Por Andreina Fersaca