Dios hace un milagro y hallan con vida a niños atrapados en una cueva en Tailandia

El clamor a Dios comenzó a activarse desde el pasado 23 de junio, cuando 12 niños miembros de un equipo de fútbol y su entrenador, quedaron atrapados en una cueva inundada en Tailandia y finalmente luego de nuevo días de búsqueda y trabajo duro fueron encontrados sanos y salvos.

Grupos cristianos de varias partes del mundo, se unieron en oración por los atletas de entre 11 y 16 años, así como de su líder deportivo, para que Dios los protegiera e hiciera un milagro en sus vidas. Las peticiones fueron contestadas y tras varios días de búsqueda los desaparecidos fueron hallados en la cueva de Tham Luang, situada en el norte de Tailandia. Las fuertes precipitaciones inundaron el lugar e impedían que los rescatistas encontraran al grupo.

Miles de personas le hicieron seguimiento a este trágico episodio que terminó en bendición. El gobernador provincial de Chiang Rai, Narongsak Osottanakorn, anunció la buena nueva el lunes este en horas de la noche. “Encontramos a los 13 sanos y salvos”, anunció ante los medios de comunicación.

Cabe destacar que además del equipo especializado de rescate, participaron también el Ejército tailandés y expertos de Estados Unidos, Japón, China y Australia, entre otros. Fueron aproximadamente diez kilómetros de excavación, zona que estaba parcialmente inundada.

La oración tiene poder

Más de 200 niños estaban congregados en el lugar, muchos de ellos pertenecientes a la misma escuela de fútbol. Tilek Jana, de 14 años, amigo de uno de los desaparecidos dijo: “Déjenlo volver para jugar al fútbol con nosotros, lo echamos de menos”, además recalcó que esta petición va acompañada todas las noches de oraciones para que el joven apareciera con vida.

Por su parte, Jakkrit Muenghong, uno de los profesores de Prajak, dijo: “Yo oro todas las noches para que estas 13 vidas sean rescatadas”.

Familiares de los desaparecidos se abrazaron entre ellos mientras celebraban las buenas noticias. Aisha Wiboonrungrueng, madre de uno de los muchachos, Chanin Wiboonrungrueng, de 11 años, sonrió y abrazó a su familia. Dijo que cuando su hijo regrese a casa le cocinará su comida favorita.

Por Andreina Fersaca

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