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Dios es experto en mostrar su gloria y poder en las situaciones más dolorosas.

El duelo es la reacción más natural que tenemos cuando experimentamos la muerte de un ser amado o alguna situación difícil que la catalogamos como una perdida.

Esto parece el final de todo; pero la verdad en Cristo es otra, y es gloriosa. Jesús declaró: “La voluntad de mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré el día final” (Juan 6.40 NVI). Esto quiere decir, que los que creemos en Jesucristo resucitaremos de entre los muertos. Es una promesa de Dios y Él no es hombre para mentir. La muerte nunca es el final de la vida para los que creemos en Dios.

Todo nos ayuda a bien

Hay otros tipos de pérdidas que no tienen que ver literalmente con la muerte, pero igual hacemos duelo; el divorcio, la traición, las despedidas, la mudanza de un hermano o gran amigo, el rechazo de alguien a quien apreciamos o cuando los hijos se van de casa.

El dolor que sentimos por esas pérdidas no va en contra de nuestra fe. Incluso Jesús lloró lágrimas de piedad ante la tumba de su amigo Lázaro, lloró con pesar por su amada Jerusalén antes de entrar a la ciudad por última vez,  y lloró en el Getsemaní antes de su pasión y muerte.

Las lágrimas de Jesús nos muestran a un Dios amoroso que sufre y comprende nuestras pérdidas, su Espíritu nos consuela como nadie más puede hacerlo. Jesús lloró aun sabiendo que todas esas pérdidas eran necesarias para que su gracia se derramara sobre nosotros.

Dios es experto en mostrar su gloria y poder en las situaciones más dolorosas.

El Señor transforma las circunstancias adversas, en grandes oportunidades cuando confiamos en Él. No te desanimes si tus oraciones no han sido respondidas. El tiempo es un recurso del Señor para enseñarnos a esperar con paciencia y expectativa por sus promesas.

En los momentos más desesperados, cuando pienses que no hay motivos para vivir, busca como un sediento su presencia, y sentirás sus manos sosteniendo las tuyas. Si hoy crees estar muerto, recuerda que Cristo es la resurrección y la vida; el que cree en él aunque esté muerto vivirá (Juan 11:25).

Por: Andreina Fersaca

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