En algunas oportunidades creemos que cuando ayudamos al prójimo estamos “depositando en saco roto”, pero no es así, al dar a nuestros hermanos estamos cosechando amor y bienes materiales que Dios nos multiplicará en su tiempo.
“Cuando las nubes están cargadas, derraman su lluvia sobre la tierra. Si el árbol cae hacia el sur, o cae hacia el norte, donde cae allí se queda”. Eclesiastés 11: 3. Salomón con la sabiduría que lo caracterizaba manifestó la importancia de bendecir a los demás, es decir derramar las bendiciones que Dios nos da a las multitudes.
¿Qué podemos hacer con los regalos que Dios nos entrega?, ¿los guardamos?, no es lo correcto, debemos bendecir a otros, ser multiplicadores. Las escrituras dicen que la lluvia cae sobre la tierra, se trata de agua y esta es la Palabra de Dios.
Es mejor dar que recibir, es el principio de la siembra y la cosecha. Pero no se trata de dar lo que nos sobre, se trata de dar con amor, con desprendimiento, con ganas de ayudar al prójimo. Uno de los diez mandamientos dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Dar es depositar en otros, es alegrarse de ver que otros necesitan lo que les estás regalando.
Tal vez no tienes para dar lo material, pero si puedes regalar una Palabra de bendición a aquellos que lo necesitan, o un abrazo, una sonrisa, a veces eso basta para llenar de paz a las personas.
El agradecimiento también entra en este contexto. Agradecer es una actitud del día a día, es tener un corazón dispuesto a recibir y entregar.
Por Andreina Fersaca