Debate del aborto: Más allá de la ley

Me defino ciertamente en favor de las dos vidas. Respeto las diferentes posturas que se han esgrimido en este último tiempo, pero creo importante también ser respetado en mi opinión como parte de la sociedad de la que soy parte. Nos han convencido que no podíamos hablar desde la fe y que esta legislación no era para nosotros. Hemos escuchado muchos datos contradictorios y otros incomprobables. No tengo interés de polemizar; simplemente comparto mi humilde opinión.

Respuesta a los planteos pro despenalización del aborto
Durante estas últimas semanas hemos sido bombardeados desde la política y desde los medios de comunicación con diferentes chicanas y planteos. Muchas veces se hacen planteos como si fueran absolutos, sin dar oportunidad de reflexionar seriamente y responder adecuadamente. Hoy tengo tiempo para escribir sin que me interrumpan y corriendo el riesgo de ser denigrado por pensar diferente.

Nos han dicho que eso que hay en el vientre materno no tiene vida, que es un problema que merece ser sacado. Esta falacia se metió profundamente en el discurso. Cada vez que alguien planteaba que «esa cosa» era una vida, rápidamente buscaban cambiar de tema. Decir que la vida comienza en la concepción no es, ni siquiera, un planteo exclusivo de la fe. De hecho, así lo reconocen la misma ciencia y los tratados internacionales con jerarquía constitucional. Las ecografías bien tempranas de un embarazo demuestran que ese embrión tiene un corazón que late con fuerza de vida. Pero ni siquiera hace falta demostrarlo científicamente. Los elementos inertes no pueden cobrar vida por sí mismos. Nadie creería que una piedra puede cobrar vida de un momento a otro. Nadie me creería si digo que un tumor se convirtió mágicamente en un bebé. Te desafío a lo siguiente: dejá en el vientre esa «cosa» que no tiene vida, no hagas nada, y sin que pase nada un día comenzará a tener vida. Si no hay vida en la concepción pero hay vida en el nacimiento: ¿en qué momento lo que no era vida devino vida? Ningún legislador sensato diría que la vida comienza con el nacimiento, ya que definitivamente esto va en contra de nuestro sistema jurídico que concede derechos a la persona por nacer. Pero entonces, si la vida no comienza en la concepción, ¿cuándo comienza la vida? No es una cuestión de fe, de religión o de ideología. La vida no nace de la no vida.

Nos han dicho que las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo. Por supuesto, eso nadie lo discute. Pero la vida en sociedad tiene muchos dilemas en los que se confrontan derechos propios y ajenos. Para eso existe la legislación. Si no hubiera dilemas y derechos confrontados, no harían falta las leyes. Por ejemplo, yo tengo derecho a transitar libremente por el territorio de mi país. Que nadie se atreva a vulnerar mi derecho. Así que, si voy manejando apurado por llegar a una reunión importante y se cruza un peatón en mi camino, tengo derecho a quitarlo de allí a la fuerza porque está vulnerando mi derecho a transitar. Un problema obstaculiza mi derecho; solo que en el tema del aborto, ese «problema» u «obstáculo» es un ser humano en formación, alguien a quien no vemos, ni tocamos. Es más, plantear la posibilidad de abortar hasta la semana catorce, intencionalmente pasando la semana once cuando se realiza la ecografía translucencia nucal, promueve claramente una intención de selección de descendencia. Saber que un bebé puede llegar a tener algún tipo de discapacidad o malformación no ofrece mayor validez a la decisión de una mujer de eliminar a su descendencia. Y a esa altura del embarazo ya nadie objetaría que no hay vida; el problema es sencillamente que no les agrada el hijo o la hija que engendraron. La legislación debe procurar leyes que se apliquen a todos, y especialmente a los más vulnerables. Las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo y las personas por nacer tienen derecho a la vida.

Nos han dicho que la legalización del aborto es importante porque muchas mujeres están muriendo en abortos clandestinos. Me parece que hemos promovido una buena excusa para legalizar algo que ya se buscaba. Todos coincidimos que no es bueno que una mujer muera haciéndose abortos clandestinos; por eso la legislación debe evitarlo y buscar soluciones que promuevan la vida. Hemos escuchado que no hay buenas leyes que promuevan la educación sexual y alienten la utilización de métodos anticonceptivos. Pero si ese es el problema, ¿por qué no dedicamos nuestro precioso tiempo a mejorar esas leyes para evitar los embarazos no deseados y abordar el problema de raíz? Es una chicana muy barata decir que estar en contra del aborto es estar a favor de la promoción de la muerte materna. Definitivamente no es mi caso. Poca prensa recibieron los estudios que indican que en países donde el aborto está legalizado fracasó el intento de reducir el índice de mortalidad materna. Los estudios señalan que muchas madres siguen muriendo por causa de los abortos legales.

Nos han dicho que esta es una ley en defensa de la mujer y una reivindicación del feminismo. También hay estudios serios que demuestran que la legalización del aborto ha profundizado el maltrato sobre la mujer. No solo hay mujeres que son forzadas a tener relaciones sexuales, sino que ahora además, sus parejas inescrupulosas pueden forzarlas a interrumpir su embarazo para luego abusar de ellas nuevamente. No pareciera ser una buena estrategia para defender a la mujer.

Ah, por cierto… nos han dicho que no se trata de aborto, sino de interrupción voluntaria del embarazo, un eufemismo falaz que nos regresa a la cuestión de la vida del embrión. Según la Real Academia Española, interrumpir significa «cortar la continuidad de algo», lo cual claramente da a entender que el aborto no es quitar algo que no tiene vida, sino cortarle a ese embrión su crecimiento como continuidad natural. Tan sencillo que ni vale la pena ampliar sobre esto.

Nos han dicho que los hombres no deberíamos opinar sobre este tema, porque esta legislación se trata solamente de mujeres. Es más, durante el debate en el recinto, uno de los diputados dijo que los hombres deberían abstenerse y dejar esta decisión a las mujeres. Sin embargo, ese mismo diputado luego votó a favor de la ley. Una incoherencia más. Por otro lado, no tiene sentido que un hombre diga que esta ley no le afecta. Porque ese mismo hombre un día fue embrión. La única diferencia es que su madre decidió no interrumpir su embarazo y permitir el desarrollo y crecimiento natural de ese bebé. Decir que esta ley no aplica a los hombres es ignorar y cosificar a todos los bebés varones que son abortados. En contraposición a esto, decir que esta ley defiende a las mujeres es ignorar la cantidad de bebés mujeres que van a ver su vida interrumpida y sus derechos vulnerados. Esas también son mujeres. La única diferencia es que esas mujeres no pueden usar su voz desde el vientre materno y que muy pocos se han propuesto defender sus derechos.

Nos han dicho que los que están en contra del aborto somos retrógrados. Si estar a favor de la vida me merece ese adjetivo, bienvenido sea. Hay principios atemporales que no por ser antiguos pierden su vigencia. Proteger la vida es un principio tan retrógrado como honrar a los mayores, respetar al prójimo, no matar, no robar. ¿Alguien diría que el deber de no robar es un principio retrógrado?

Nos han dicho que no nos preocupemos porque la legislación solo protege el derecho de las mujeres que quieren abortar, pero las mujeres que están en contra podrán seguir normalmente con su embarazo. Nos han dicho que la ley solo establece que las que quieren abortar, podrán hacerlo de manera legal y gratuita. La vida de los que estamos a favor de la vida seguirá igual. Pero el hecho de que aumente o disminuya la cantidad de abortos no es medida para analizar la validez de una ley. Un paralelo sería que un día la ley permita robar. Pero no te preocupes, solo saldrán a robar los que realmente consideren que robar es algo bueno. Los que consideran que robar está mal, no lo hagan y listo. Además, tampoco opinen porque esta ley no es para ustedes; esta ley es solo para los que piensan que robar es un derecho.

Nos han dicho que la mayoría de países desarrollados ya han aprobado la legislación del aborto. Eso sí, hay muchas otras prácticas de los países desarrollados que cuestionamos y desalentamos, pero recibimos y aplaudimos su postura frente al aborto. Además, poco se informó acerca de cómo le fue a esos países con posterioridad a la legalización de este flagelo. Vivimos en un mundo globalizado y no niego que seamos influenciados por prácticas de otros países. Pero como país no estamos obligados a seguir el modelo y las decisiones de otros estados que han pisoteado los valores que defendemos. De eso se trata la independencia nacional.

Nos han dicho que las ideologías religiosas no deben interferir en la legislación que afecta a toda la población. Es una forma sencilla de callar a quienes pensamos diferente. Pero detrás de esa afirmación se encuentran dos falacias importantes. La primera falacia es implicar que aquellos que están a favor de la legalización del aborto no están influenciados por una ideología. Esto no puede ser más falaz. Todas las personas tenemos ideologías, conscientes o inconscientes. Todos tenemos una cosmovisión y un ideal de cómo debería ser el mundo en que vivimos. La única diferencia es que algunos reconocen su cosmovisión y otros la ignoran. La segunda falacia es plantear que la fe es una ideología religiosa que puede separarse del debate parlamentario y la participación en la vida social. La fe no es una ideología que puede aplicarse los domingos en el servicio religioso y dejarse en casa cuando voy a participar en los asuntos de la sociedad en general. Yo soy cristiano. Esto quiere decir que mi fe es parte de mi ser; es lo que soy, no lo que hago o lo que pienso. Entonces no puedo usar la fe para la iglesia y dejar a un lado la fe para participar en la sociedad. Yo participo con fe en todos los ámbitos de mi existir. Si me fuerzan a dejar de lado parte de mi ser para poder participar en la sociedad, entonces ya no me están anulando como cristiano, sino como persona.

Nos han dicho que no podemos imponer nuestras ideologías religiosas al resto de la sociedad. Por supuesto, la democracia no se trata de imponer sino de respetar la voluntad de la mayoría de la sociedad. Pero así como los cristianos no podemos imponer nuestras ideologías religiosas al resto de la sociedad, tampoco el resto de la sociedad puede imponer sus propias ideologías y discriminar las nuestras. En definitiva, la legislación en democracia refleja los valores de la sociedad. Y en ese sentido, creo que es importante que en el debate se escuchen todas las voces. No pretendo hacer callar a quienes están a favor del aborto; simplemente pretendo que sea respetada la voz de quienes estamos en favor de la vida. Si la mayoría de la sociedad está en favor del aborto y finalmente esta ley es aprobada, por supuesto que lo respetaré. Y me esforzaré por promover mejores instrumentos de educación y responsabilidad sexual junto con una mejor información sobre métodos anticonceptivos con el objetivo de evitar embarazos no deseados. Y los casos en que llegamos tarde, nos esforzaremos por acompañar y ayudar tanto a las madres y los padres que deciden abortar, como a aquellas parejas que decidan avanzar responsablemente con la vida que engendraron.

Conclusión: más allá de la ley
El miércoles, 13 de Junio de 2018, por la noche, estuve en la plaza del Congreso. Quise aportar mi humilde presencia para defender la vida. Por una cuestión geográfica, para llegar al lado sur de la plaza tuve que atravesar primero el lado norte donde se encontraba la manifestación multitudinaria en favor de la despenalización del aborto. Lo que vi en esas cuadras me impactó poderosamente. Me dio mucha lástima. Los respeto, pero si la legislación es reflejo de la sociedad en que vivimos, ciertamente estoy llamado a trabajar para transformar esa sociedad. Esa no es la sociedad que me gustaría dejar a mis hijos. Y haré lo posible por promover una sociedad con mejores valores.

Finalmente, un llamado a los cristianos: el evangelio no nos enseña a imponer a otros nuestras creencias, pero tampoco nos permite callar la verdad que Dios nos enseña. Jesucristo nos dejó ejemplo de promover la vida aunque cueste la cruz. Nos han dicho que la fe solo se vive en la iglesia y en la casa. Y lo hemos creído. Nos hemos escondido. Nos hemos callado. A veces con miedo de ser considerados fanáticos. Pero si la fe puede esconderse con tanta facilidad, tal vez sea tiempo de cuestionarnos si estamos realmente viviendo la fe del evangelio o jugando a la religión.

Todavía no sabemos cómo terminará el proyecto de ley de la despenalización del aborto. Pero ciertamente lo ocurrido en estas semanas debe llamarnos a la acción. Hoy me siento más llamado que nunca a promover valores que tiendan al bienestar general de la sociedad; a evitar la muerte de tantas mujeres que se someten a un aborto, sea legal o clandestino, y a defender la vida de los más vulnerables, aquellos que no tienen voz, aquellos a quienes pocos quieren oír. Más allá de lo que ocurra con la ley, los cristianos somos llamados a defender la vida sin limitarnos al vientre materno, sino protegiendo a los que más sufren en toda etapa de su existir.

¡Dios nos llama a defender la vida, más allá de la ley!

Fuente:  © Noti-Prensa.com