Dante Gebel: Un Excentrico con causa

Dante Gebel

Por Martin Flores

Más dos millones de dispositivos se conectan cada domingo para ver sus mensajes, desde que comenzó la pandemia. Se asoció con Pergolini y sale de lunes a viernes por Vorterix. Ya envió mas de medio millón de dólares a todo América, además de las obras misioneras que sostiene en Uganda, Pakistán y la India.

Y por primera vez, y antes de estrenar su nuevo programa en una cadena internacional que aún no puede develar, Dante habla de todo: Su manejo de las redes, la Ferrari, su hermano y el bajo perfil de su vida privada. Retrato de un influencer

Algunos, te acusan de ser excéntrico, ¿considerás que lo sos?

– Es probable. Mi mayor excentricidad es que a mis 52 años, no me importa en absoluto la opinión de la gente, el “qué dirán”, “qué pensarán” o “qué imagen tendrán de mi”. Es una libertad que compré hace años y no es negociable.

Me importa un cuerno la opinión ajena, de verdad; solo me importa qué piensa Dios.

Ese es mi mayor lujo, el mayor regalo que Dios me permite darme.

Algunos se compran una mansión, un auto de lujo o se van a un crucero; mi lujo es decir lo que creo Dios me da para decir, y nunca pienso: “Uy, ¿cómo le caerá a Fulano o a Mengano lo que acabo de decir?”; “¿Me quitarán el apoyo?” “¿Me seguirán queriendo?”. Esa es mi excentricidad: que solo me importa lo que piense Dios de mi.

¿Y eso no puede hacer que algunos colegas no te quieran?

– ¿De verdad pretenden pensar que a los 52 años de edad y 30 años de ministerio voy a ceder a las presiones del “qué dirán”? ¿O voy a decir lo que los haga felices? ¿Todavía creen que son los policías del pensamiento ajeno? En lo absoluto.

En una declaración tuya, dijiste que no das explicaciones de tus mensajes.

– Digo lo que considero Dios me dice que diga. Una vez que lo digo, ya no soy dueño del mensaje, queda en una cápsula de tiempo, en el océano de la red, en dominio de quien la recibe. No explico ni aclaro un mensaje que no me pertenece ni soy el autor intelectual. Si tengo que aclarar algo o retractarme de un mensaje predicado, significa que nunca fue de Dios, y eso es grave.

De tan solo considerarlo, presentaría mi renuncia indeclinable.

Por eso prediqué “El silencio de los corderos”, porque creo que se terminó la temporada de la censura religiosa, donde nos decían qué podíamos ver, qué podíamos decir y a quién podíamos escuchar.

¿Y en las redes? Porque algunos se divierten con tus respuestas y a otros les indigna.

– Yo digo, contesto y escribo en las redes de manera auténtica; soy absolutamente libre de la opinión ajena. No me importa que alguien diga: “Que pena que un hombre de Dios conteste así; qué tristeza”. No me interesa en absoluto, porque ese soy yo; si tengo que fingir para que “no le de tristeza” a alguien que jamás vi personalmente, habré desperdiciado mi vida. Al final del día, prefiero que me odien por quien soy, a que me amen por quien no soy. Detesto el fingimiento. Prefiero el desenfado de la autenticidad. Estoy consciente que suena petulante y hasta soberbio, pero esa es mi mayor libertad y secreto para todo lo que Dios me ha dado.

Hace poco saliste en los portales de todo el mundo con una Ferrari.

– Es cierto. Vino alguien de mi equipo y me dijo: “El auto es tuyo, un regalo”. Y le contesté de inmediato: “¿Qué hago con una Ferrari?”, ya tengo un auto que me encanta, no necesito otro auto.

Le dije: “Te agradezco profundamente el gesto, pero no lo voy a usar, de verdad; solo voy a sacarme un par de fotos, porque es lo mas cerca que estaré de una Ferrari en mi vida”. Y eso hice. Saqué un par de fotos y se volvió a llevar el regalo.
¿Pero ves? Soy un libro abierto; no se me ocurre decir: “No, que nadie me vea, porque se va a ofender la gente”. Y te aclaro, no lo acepté porque no me gusta y no soy fanático de los autos, si fuera otra cosa, ¿por qué voy a despreciar un regalo? He sembrado millones y millones en eventos gratuitos y nadie me vino a preguntar si necesitaba ayuda para pagar las deudas. Te confieso algo más, el primer auto que me ragalaron en Estados Unidos fue un BMW, con un moño rojo encima; ¡Y lo acepté de inmediato! También me saqué fotos, excepto que las redes no estaban de moda.

Dante GebelEn esta pandemia casi no has hecho “lives” con nadie…

– Casi no doy entrevistas, no hago “lives” con nadie; porque me aburren, me consumen tiempo y no quiero hacerlos. Me llaman para que de “una palabra de aliento” en un zoom, cuando cada domingo predico una hora y media.

Hay gente que quiere entrevistarme para preguntarme: “¿Qué le dirías a esa gente que está triste por la pandemia?”. ¡Pero si predico casi dos horas cada fin de semana!

Me niego a hacerlo y entonces dicen: “Pensé que era más humilde”, o “que la fama no se te suba a la cabeza”, pero en realidad es su propia proyección de lo que ellos harían si fueran famosos. Proyectan sobre mi, sus propias sombras.

Interpretan que “humildad” es fingir, aceptar todo lo que te proponen, nunca decir que “no”.

Es como cuando me preguntan: “¿Usted vendría a una iglesia chiquita pero sin ofrenda y ningún gasto pago? ¿Es humilde?”. Y creen que con esa pregunta trampa me ponen a prueba. Les digo: “Claro que iría. He invertido millones sin que me quede un peso, pero iría si Dios me manda a que vaya, no para demostrarte a vos que soy humilde. Ante el único que rindo examen es ante Dios”.

Cuando respondo así, sincero como se supone deberíamos ser todos los cristianos, contestan: “¡No debe ser Dante quien escribe, seguro es un administrador que lo quiere dejar mal o le hackearon la página!”. Creen que humildad es sinónimo de hipocresía.

Decir “No” a lo que no quiero, lo que no me gusta, o no tengo ganas; me permite enfocarme en aquello a lo que fui llamado.

Lo decís con una sonrisa, pero supongo que te cansa tener que agradar a todos.

– Me cansa esa hipocresía de decir lo “políticamente correcto” o terminar un “live” con alguien y repensar por lo que pueda decir la gente, o que los farisesos de siempre me salgan con: “Cuidado con hacer tropezar al débil”.

Para mi, eso es volver atrás 20 años. Ya no estoy para eso.
He pasado por desiertos muy difíciles; he pasado por muchas cosas, pagué costos muy altos como para dar explicaciones a quienes pasan horas frente a una pantalla. 

A esa altura de mi vida, me regalé la autenticidad; no quiero hacer cosas sin ganas. Hacer algo “para que el Fulano que me lo pide no se ofenda”, sonreir sin ganas, eso hasta es malo para la salud espiritual. Hacer eso a esta altura, sería atentar contra la legitimidad de mi llamado.

¿Sentís que has cambiado?

– Siempre fui asi y esta es mi esencia; así me ama Dios.

Por años recorrí el mundo (y esto lo pueden corroborar mis anfitriones) y yo bajaba del avión, daba la conferencia, y si era posible, me volvía a subir al avión luego de terminar mi participación. Eran agendas demenciales, horarios ajustadísimos, pero así lo hice por décadas. A lo que fui hacer, al punto; ni más ni menos.

Una vez, hace muchos años, Cash Luna me dijo: “Es difícil conocerte de ese modo, llegas, haces lo tuyo y desapareces”. Y en un punto tenía razón, no me hice tiempo para hacer amigos o quedarme un día mas en alguna parte para “aprovechar y conocer algún lugar turístico”. Estuve en Londres, Italia, Australia, y en lugares pardisíacos de todo el globo; solo conozco el aeropuerto, la habitación del hotel y el auditorio donde daba la conferencia.

Hasta el día de hoy, hay un Pastor que no me dirige la palabra porque cuando hizo un Congreso en su país, yo no me quedé a escuchar al resto de los oradores o no me senté a cenar en una inmensa mesa larga.

Llegué, prediqué y me tomé el primer avión de regreso a la mañana siguiente. Dijo que jamás volvería a hablarme y cumplió su promesa hasta la fecha.

Pero no me importa; insisto, se lo que fui llamado a hacer.

Pero siempre fuí así; entiendo que Dios me llamó a inspirar. Es lo que hago. Si el cartero llega a tu casa con un paquete, firmas que lo has recibido y no invitas a cenar al cartero. Es solo un mensajero que no tiene voto ni opinión acerca del mensaje que entregó. Si me quedo o hablo de más, es probable que ensucie la carta o influya en el mensaje que entregué.

Te separas del mensaje, lo entregas y no te haces cargo.

– Tal cual. En el libro de los Reyes, la Biblia relata la historia de un profeta que debía entregar un mensaje y regresar a casa de inmediato. “Que no se detenga en ningún lugar ni que que pase la noche allí”, era la orden de Dios. Pero un viejo profeta lo convenció de quedarse a pernoctar luego de predicar, y a la mañana siguiente, lo devoró un león.

Mi excentricidad es que no hago nada fuera de mi comisionamiento. Se en lo que soy bueno, en aquello en lo que soy mediocre y en lo que soy malo. Ese es un principio de sabiduría; el gran juego de la vida consiste en conocer tus propias limitaciones.

Por otra parte, soy el mismo muchacho del sur que por providencia Divina, creció por fuera del sistema religioso, siempre con la mayoría en contra. No veo por qué eso debería cambiar ahora.

Me gusta ser libre de la mirada y la opinión ajena, me hace sentir que estoy vivo.
Para el establishment religioso, es una rebeldía insensata. Pero a mí me mantiene enfocado.

¿Porqué tampoco vemos muy seguido fotos con tu familia?

– Honestamente, desde hace algunos años solo publico lo que tenga que ver con el Ministerio, el trabajo, las giras, la Iglesia, la televisión, los libros; pero desde hace un buen tiempo, en mis perfiles, ya no hay fotos de mi vida privada o familiar. No estoy diciendo que los demás deberían hacer lo mismo; es una decisión estrictamente personal. He decidido no exponerlos, quiero preservar la inocencia de mis hijos, lo más que se pueda. Hay muchísima crueldad en las redes, y demasiada gente resentida dando vuelta en esta gran autopista de la comunicación. Lamentablemente, el creyente promedio goza de una impunidad absoluta para adjetivizar sin el mínimo temor o respeto; capaz de escribir: “Que gordo está tu hijo”, “Debe ser un vago”, “Que narigón”, “Te salió corto de vista”, “Seguro vive de los diezmos”, o la dulce frase: “Vas a arder en el infierno como tu padre”.

Así se expresa cierto sector de la Iglesia, y no tengo ganas que ellos tengan que lidiar con esa impunidad verbal de quienes piensan que “pecado es lo que se hace y no lo que se dice”. Yo soy un hombre grande, largamente entrenado; me divierten ese tipo de comentarios y los capitalizo; pero para un niño podría ser letal.

Prefiero que mis hijos, disfruten su infancia en paz y que no tengan que ser acreedores de la asfixia de tener un papá conocido. Ellos no eligieron ser los hijos de Dante Gebel, así que mínimamente se merecen el derecho de una vida inocente y con bajo perfil.

¿Esto fue de un día para otro? ¿O hubo algo que determinó esta decisión?

– Hace algunos años atrás publiqué un par de fotos con ellos y no faltó el “profeta” que los maldijo por sus nombres, diciendo que morirían prematuramente por la razón que su papá (o sea, yo) no quiso aceptar una invitación para predicar en su Iglesia.
Fue el mismo delirante que predijo hace tres años atrás, que caería un meteorito sobre River Arena y morirían todos ahogados (¡Es increíble la cantidad de muertes que se podrían evitar si tan solo aceptara predicar en su congregación!).

De ese tipo de gente tóxica es que decidí protegerlos, mínimo hasta que sean adultos y decidan exponerse por si solos, si así lo desean o la profesión y el ministerio se los demanden. Pero ya no será mi decisión.
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De igual modo, es lindo conocer al Dante Gebel de entrecasa…

– Un sabio dramaturgo le aconsejó una vez a la familia Real de Gran Bretaña: “Si abren la puerta de vuestra intimidad al público, no pretendaís cerrarla nunca jamás”. El abrir esa puerta, siempre es un viaje de ida.
Tampoco me interesa mostrar fotos de cumpleaños, donde ceno, vacaciones, mi casa, o lo que es peor: expresar en las redes, lo que en todo caso, debería reservarme exclusivamente para la intimidad.

Si quiero decirle algo a alguien, no lo publico.

O hablo en privado con esa persona o en público con los seguidores, pero nunca con los dos a la vez; no tiene sentido.
Suelo desconfiar de aquellas parejas que viven publicando “cuanto se aman y se miman” en Facebook. “Te amo, preciosura, mi pupusa de melocotón”, publican en Instragram dándose un beso; ¿De verdad era necesario que tengamos que leer eso todos?.
“Dime de que presumes, y te diré de que escaseas”, dice un viejo proverbio. A mi humilde entender, si tienes que decirlo en las redes, algo más serio te está fallando, amigo.
Para los que dicen: “¿Por qué no hay fotos con tu familia?”; les respondo: Porque mis redes no son destinadas a mostrar mi vida privada o familiar, sino aquello a lo que fui llamado.
Puedo mostrar cuando trabajo, proyecto, viajo para una conferencia, una reunión de negocios, predicando, conduciendo un programa de televisión o actuando. Pero mi vida privada no debe interesarle a nadie.
Por mi familia, responderé ante el Señor y no ante los seguidores de las redes.

Tampoco estoy obligado a mostrar a nadie “para dar buen testimonio o ejemplo”. Esa es la vieja excusa de los que quieren chismear un poco más de lo que deberían saber. El testimonio no se construye en Instagram, se forja en secreto y no se expone, solo se deja ver orgánicamente.
Y mucho menos me pondría de “ejemplo”, porque estoy consciente de lo falible que puedo ser. No puedo prometer que no voy a fallar, sería una falacia el tan solo considerarlo.
Carlos Annacondia me dijo una vez: “Flaco ¿Para que crees que Dios te llamó?” “A predicar, a inspirar a las generaciones cuyos oídos me ha prestado el Señor” -dije. Y el respondió sabiamente: “Entonces, hacé solo eso. No hagas una sola cosa de más, que no sea tu llamado específico”.

¿Tienes familia en Argentina?

Solo mi padre y un hermano. De mi padre me encargo yo desde hace años, de sostenerlo, ayudarlo y que no le falte nada. Mi madre se fue con el Señor en el 2013 y desde entonces, ha estado a mi cargo. Hay una edad, que nuestros viejos son como niños y ahí que honrarlos lo mas posible.

– He visto una nota en la que tu hermano deja claro que no tiene nada que ver con vos ministerialmente, como tomando distancia.

– Mi hermano tiene más de 70 años, es un hombre muy mayor; y lo que el diga, está bien.  Honestamente no estoy al tanto de lo que hace o dice, pero insisto, es un anciano y puede decir lo que sienta y quiera. Como es un hombre mayor, respeto todo lo que haga o diga, aunque esté pendiente de mi. Nunca emito opiniones acerca de nadie y mucho menos de el.

El da a entender que no tienes la sana doctrina.

– Ya te dije; no me consta si lo dijo; pero es posible que tenga razón; no he hablado con el. No debato con nadie que no comparte lo que fui llamado a hacer.
Si el lo dice, sus buenas razones tendrá, no tengo idea; y si dice que no está de acuerdo conmigo, el tendrá sus motivos; lo que diga, está bien para mi.
Un hombre que tiene mas de 70 años, puede decir lo que quiera; eso es darse el lujo que te decía, el permitirse ser auténtico. Si lo dijo, está muy bien; está muy bueno que tome distancia, lejos de mi está el perjudicar a alguien.

Gracias por responder a estos temas tan álgidos, de una manera tan sincera.

– Gracias a vos, por comprender que la vida y ciertas circunstancias me han hecho cambiar. La peor tragedia justamente es no cambiar, no evolucionar. Y mi neurogénesis no se detiene ni siquiera cuando duermo.
Asi que, mi vida pública y de servicio estará ahí siempre para todos, disponible, auténtica y transparente, con sus errores y aciertos. De esa vida, opinen lo que quieran, porque yo decidí exponerla hace más de treinta años.
La otra, la privada es solo mía. Y de esa, pueden especular lo que quieran.

Publique lo que publique, la gente nunca dejará de arribar a sus propias conclusiones.
Mi vida privada es privada. Después de todo, es lo único que me quedará cuando algunos decidan quitar su preciado like y migrar hacia otros perfiles.

Por último; viendo los contratos que firmaste con ciertas cadenas, la inyección financiera que envían al mundo, lo que se ve de River Arena y los proyectos; ¿sos un hombre rico, como dicen por ahí?

– Siempre fui un hombre rico, solo que tuve varias décadas sin un solo peso (ríe).

Tengo más dinero del que algunos suponen y menos de lo que otros creen. Pero todo es relativo; como dijo Facundo Cabral: “Rico no es el que mas tiene, sino el que menos necesita”.