Perdonar a quienes nos han lastimado con hechos o palabras, es uno de los retos más grandes a los que nos podemos enfrentar, desafiando grandemente nuestra fe.
Vivimos en una sociedad donde el ejemplo para resolver conflictos es la venganza y la agresión. En realidad, carecemos de modelos a seguir, pues en nuestra sociedad disculparse o pedir perdón puede ser considerado una señal de debilidad. El orgullo no deja de ser un socio despiadado que siempre busca justificar comportamientos groseros y desconsiderados.
Sin embargo, el consejo del Señor a ser generosos al momento de perdonar permanece. En nuestras mentes perdonar una vez resulta complicado, pero ¿cómo podemos transitar siete veces el mismo camino? A muchas personas se les dificulta perdonar porque no están convencidos de que el arrepentimiento de la otra persona sea genuino, sobre todo cuando el daño o la ofensa son reiterativos se elige por no perdonar más, considerándolo como una burla.
Jesús nos exhorta a perdonar
Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. Lucas 17:4
El Señor nos manda a perdonar las veces que sea necesario. No importa si la acción de la otra persona es sincera, si es merecedora de nuestro perdón, o contar las veces que cometió el mismo error. En realidad, no es nuestro asunto. Nuestra parte en ese proceso es estar dispuesto a perdonar las veces que sea necesario.
A lo mejor, esto para muchos suene alocado, pero piensa en cuantas veces hemos pedido perdón a nuestro Padre por el mismo pecado. En muchas ocasiones prometemos apartarnos y no hacerlo nunca más, sin embargo, lo hacemos de nuevo y lo buscamos con corazón contrito y humillado, siendo testigos de nuevo de su amor.
En nuestra lógica humana no es fácil perdonar una y otra vez a la misma persona que te hace daño, pero recuerda la extensa bondad a la que accedes cada día por medio del sacrificio de Cristo. Cuando resulte difícil caminar por el camino del perdón debemos buscar en nuestra memoria las veces que Dios nos ha colmado de su gracia y misericordia en vez de juicio.
Por Rossmary Valladares
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