Muchos cristianos no orar intensamente por sus gobernantes, tal vez creen que no es necesario, o le dejan ese trabajo a otros. Algunas personas critican a las autoridades en vez de accionar una oración para que Dios derrame su amor en ellos y le de sabiduría para gerenciar y que el Señor haga la gran diferencia en la nación.
La Palabra de Dios nos exhorta en 1 Timoteo 2:1-2 a que se clame por nuestros gobernantes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. La Palabra también es clara en que busquemos el bienestar de la ciudad o lugar en donde estamos (Jeremías 29:7), por lo tanto debemos ser luz en la oscuridad. Nuestras oraciones son poderosas ante Dios, quien tiene cuidado y amor por sus hijos.
Pablo nos muestra que debemos orar y al mencionar a los reyes y a los que están en eminencia, Pablo se refiere a todos los que se encuentran en posiciones de autoridad. Pueden ser presidentes, senadores, diputados, jueces de las cortes, alcaldes o gobernadores; en fin, todos aquellos que ejercen algún grado de mando. En (1 Timoteo 2:2–3) encontramos cinco razones importantes para orar por los gobernantes:
- Para poder vivir quieta y reposadamente
- Para que se nos permita vivir en santidad y dignidad
- Porque es bueno y agradable a Dios
- Para que las personas puedan ser salvas
- Para que muchos puedan llegar al conocimiento de la verdad
En Romanos 13:1–5, vemos que todas las autoridades superiores son impuestas por Dios. La Biblia está llena de textos que nos instan a que oremos por nuestros gobernantes y por todos los que están en posición de autoridad.
Si los líderes toman malas decisiones la nación se verá enfrentada a grandes problemas y necesidades, conforme está escrito en Proverbios 29:2-4, por esto nuestra misión es con verdadera devoción, clamar a Dios para que coloque gobernantes que tengan temor de Dios y actúen con sabiduría, de acuerdo a los principios de Dios.
Pidamos a Dios sabiduría y oremos unidos para que Dios haga su voluntad con nuestra nación y nos cubra de su gran amor y misericordia, que los gobernantes tengan los requisitos que pide la palabra de Dios. Que amen al país y no caigan en ambición por el dinero y sus corazones se extravíen por las riquezas desmedidas, que tomen decisiones que beneficien a la nación y no a intereses egoístas, que actúen con sabiduría y prudencia.
Por Andreina Fersaca