Filipenses 4:6 es un texto muy recitado, dónde el apóstol Pablo nos enseña cómo lidiar con la queja, la preocupación y con nuestros problemas. Allí él nos describe cómo orar con acción de gracias en toda circunstancia. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.
Para obtener respuestas favorables del Señor, debemos elevar nuestras oraciones teniendo como fundamento una vida llena de gratitud con lo que ya poseemos. La Palabra no dice que nuestras oraciones deban ser en son de queja, sino que oremos con acción de gracias.
Cuando tenemos que esperar con respecto a algo o alguien, o esperar por algo más tiempo del que creemos necesario, se tiende a caer en la murmuración, el malhumor, la crítica y las quejas. Pero la Palabra de Dios también nos enseña cómo ser pacientes en toda circunstancia que se nos presente en la vida.
Es cierto que la paciencia es un reto para muchas personas. Sin embargo, es importante reconocer que la paciencia no es la habilidad de esperar, sino la capacidad de mantener una buena actitud mientras esperamos. Por eso, podemos ver diferentes personas esperando y cada una de ellas con diferentes actitudes, mientras transitan el camino de esperar una respuesta de parte de Dios.
El Señor le dijo a los israelitas en Deuteronomio 1:6: “Jehová nuestro Dios nos habló en Hored, diciendo: Habéis estado bastante tiempo en este monte”. Tal vez ha sido tu caso y has estado dando vueltas en el mismo monte muchas veces y ahora estás listo para progresar. Si así es, recuerda ir caminando con agradecimiento, cuidando tus pensamientos y conversaciones para que estén libres de quejas y reclamos.
Dejar de quejarse no es tarea fácil para alguien que tiene montañas de problemas encima, pero verás un cambio favorable en su vida si tomas la decisión de dejar a un lado la inquietud, la queja y la preocupación. Ya que al fin de todo, ninguna solución traen a lo que podamos estar enfrentando, ¿estás de acuerdo?
Jesús nuestro ejemplo
Para vivir una vida tranquila que mejor ejemplo que la vida de nuestro Señor Jesús. Sufrió en silencio, sin quejarse, confiando en Dios sin importarle el aspecto de las cosas, permaneció firme en toda situación.
Jesús es nuestro ejemplo y Él vino para enseñarnos cómo vivir. Además, la manera en que nos conducimos delante de otros les muestra cómo deben vivir. Al igual que a nuestros hijos, le enseñamos más con nuestro ejemplo que con nuestras palabras. Debemos ser libros abiertos que todos puedan leer y luces que alumbren en un mundo de oscuridad.
“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”, Juan 13:15
Por Rossmary Valladares