La fe es uno de los elementos más importantes que nos permite tener paciencia mientras esperamos el tiempo de Dios, quien nos dará lo que pedimos conforme a su voluntad. A veces cuando oramos, no recibimos respuesta inmediata, pero no significa que nuestro Padre no nos ha respondido, a pesar de esta realidad, debemos seguir orando. También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Lucas 18:1.
Cuando oramos y esperamos pacientemente la respuesta de Dios, Él nos oye y viene a darnos una respuesta, pero está viendo la intención de nuestro corazón, nuestra actitud. Esperar con paciencia significa callar, estar en silencio, en intimidad, en Su presencia.
Dios le atribuye a la paciencia un carácter tan esencial que está establecida como uno de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22). Es decir, es uno de los indicativos que tenemos una relación profunda y verdadera con Dios. Sin embargo, la paciencia no se desarrolla sola. Es la consecuencia de la prueba de nuestra fe.
Porque en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío. (Salmos 38:15)
La palabra paciencia» en la Real Academia Española está definida como «la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse», así como la «facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho».
Así que cada vez que estemos viviendo una prueba y Dios no responda por algún tiempo, confiemos en que esa prueba producirá en nosotros paciencia, esa paciencia que espera con entereza y seguridad la respuesta de Dios, quien oirá nuestro clamor inclinándose misericordiosamente hacia nosotros.
Cuando hablamos de paciencia, hablamos también de saber esperar, no precipitarse ni desesperarse, sino que mantener la calma aunque el panorama pinte mal y aunque las olas se levanten alto y azoten con fuerza nuestra barca. Cuando tenemos paciencia, siempre recibiremos una respuesta, esa respuesta que no será quizá en el momento que nosotros planeamos, pero sí en el momento que Dios planeó.
Dios maneja los tiempos y sus tiempos siempre son perfectos, él no se precipita basado en una circunstancia, ni mucho menos tiene prisa para actuar, él siempre se mueve en medio de la paciencia y según la fe de los que en él confían.
Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. (Santiago 1:4).
Por Andreina Fersaca