El propósito de las familias es que justo en ese núcleo vivamos protegidos, llenos de amor y en medio de valores y un respeto mutuo, pero en ocasiones estos objetivos principales de convivencia no se cumplen, y resulta que es allí donde somos heridos producto de alguna situación que sale de control.
La familia es primer contacto con el mundo social y creemos que las palabras no tienen poder, pronunciando frases negativas en contra de nuestros hijos, esposo, hermanos, padres o madre, muchas veces herimos o somos heridos y Jesucristo es el único que puede sanar y liberarnos de ese gran dolor.
Para evitar ser herido o herir a nuestra familia es importante seguir estas recomendaciones:
1. Estar dispuesto a reconocer nuestros errores para poder corregir una conducta que no está alineada a la Palabra de Dios
2. Callar no es una opción. Debemos enfrentar la situación, no está bien que ignoremos cualquier inconveniente que se presente, que hiramos o nos hieran y callemos sin poder ser escuchados, o sin derecho a escuchar a los demás. “Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22-23
3. Siempre se debe ser respetuoso cuando nos dirigimos a nuestra familia. Debemos enfocarnos en transmitir palabras que reflejen amor y que no ofendan a los demás. “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. Romanos 12:10
4. Es necesario aplicar la disciplina y estar dispuesto a recibir la corrección de parte de las personas que nos aman
5. El perdón es fundamental en las familias. Observamos familias alejadas por algún tipo de situaciones y pasan los años sin siquiera cruzar palabra. “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”. Efesios 4:32
Por Andreina Fersaca