Permitir que Dios sane nuestra alma es fundamental para vivir una vida en plenitud lleno de su amor y perdón. En nuestro interior llevamos heridas del pasado que en ocasiones no son descubiertas y están allí sin ser sanadas, pero sólo el Espíritu Santo es capaz de traerlas a memoria y nosotros presentárselas al Señor para que seamos libres de esa atadura.
Existen 4 necesidades básicas del ser humano. Cada uno de nosotros nacemos como un vaso de barro y necesitamos ser llenados en el transitar por este mundo, sobre todo ponernos en manos del Señor para que él vaya dirigiéndonos y moldeándonos.
1.- Necesidad de Amor: Debemos ser llenos de amor, es decir es una necesidad que debe ser suplida, inicialmente por nuestros padres, hermanos y familiares. Si no obtuvimos este amor desde nuestro nacimiento, difícilmente podremos dar amor a otros y comenzamos a buscar ese cariño en lugares equivocados. Los padres deben llenar ese vaso de amor a través del contacto físico, caricias, abrazos y besos.
2.- Necesidad de Perdón: El amor de Dios es fundamental para poder perdonar, pero sobre todo desde pequeños experimentar el perdón por parte de quienes nos aman. Muchos han tenido padres implacables, no perdonadores ante nuestras imperfecciones, y esto nos convierte en personas intolerantes ante los demás o que no podemos hacer nada bien para agradar a los demás.
3.- Necesidad de Autoestima: Muchas veces nos cuesta ver lo bueno que tenemos y la razón es porque nunca nos lo dijeron, nunca fuimos reconocidos y desde pequeños sentimos la ignorancia y rechazo de nuestros padres, quien debieron reforzar que somos todos iguales y hermosos delante de los ojos de Dios, que somos grandes y vencedores, creados para la victoria. ¿Qué imagen tenemos de nosotros mismos?
4.- Necesidad de Protección: Los padres son los responsables de suministrar seguridad a los hijos, ellos son la primera protección que vamos a ver, pero en ocasiones ellos mismos rompen esa confianza, y existe en hogares donde hay maltrato físico y se convierten en una amenaza. Esto mismo vamos a proyectar, porque desde pequeños tenemos temor.
Nuestro Padre Celestial tiene todas las intenciones de sanar nuestras heridas más profundas, incluso aquellas que ni recordamos, o creemos que no nos hacen daño y no influyen en nuestro caminar.
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya”. Isaías 61:1-3
Por Andreina Fersaca